Pocas situaciones más azarosas que la incertidumbre. El carecer de certeza es un sentimiento que carcome. Y más aún cuando se refiere a desconocer el paradero de una persona. De una situación así nos habla Sin señas particulares.
Magdalena (Mercedes Hernández) vive en un pueblo de Guanajuato. Su hijo Jesús (Juan Jesús Varela) emprendió el camino hacia la frontera, con la idea de irse de mojado. Pero han pasado meses y no hay noticias de él. Ni una llamada, ni un recado. Decide lanzarse a buscarlo. Difícil será lo que encontrará.
La ópera prima de Fernanda Valadez nos habla de una situación terrible y, tristemente, cotidiana en nuestro país: el martirio que sufren muchas madres, muchas familias, al nunca volver a ver a sus hijos.
Pero lo que hace el filme es que le pone cara al Vía Crucis. A través de la historia de Magdalena y su hijo hacemos un recorrido por las entrañas más oscuras de este México dicotómico, que aquí muestra su lado más lóbrego.
En este sentido esta película no es fácil de ver, cada paso que da Magdalena nos llena de esperanza y de zozobra. El bien hilado guion coescrito por la propia Valadez junto con Astrid Rondero, va armando un rompecabezas doloroso: algunas noticias arrojan un poco de luz, para luego ser sacudidos con un golpe.
Aquí luce la gran labor de dirección que obtiene actuaciones increíblemente naturales de su elenco, lo que le da un toque documentalista. Sobresale en especial, la actuación de Mercedes Hernández como Magdalena, una mujer que simplemente busca una respuesta.
Si a ello sumamos una fotografía espectacular y una ausencia de melodrama, esta cinta es imperdible y nos deja con una dolorosa certeza: éste es un país hermoso, pero carcomido por una oscura fuerza.
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