Amores perros: la máxima revolución del cine mexicano contemporáneo - Paloma & Nacho

Amores perros: la máxima revolución del cine mexicano contemporáneo

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Es un hecho innegable que la Época de Oro representa el punto más alto en toda la historia del cine mexicano, como también lo es que, una vez terminado este periodo, la industria cayó en una serie de altibajos al centrarse casi netamente en el entretenimiento banal. Y es que, si bien los luchadores y las ficheras tuvieron una enorme popularidad por su aprovechamiento del pulp y la sexualidad, lo cierto es que ninguno de estos subgéneros se caracterizó por sus cualidades técnicas y artísticas. Esto provocó que, salvo algunos esfuerzos individuales, la cinematografía nacional perdiera seriedad dentro del imaginario colectivo local.

La tendencia empezó a revertirse hacia los 90 con títulos como Sólo con tu pareja (1991), Cilantro y perejil (1996) y Sexo, pudor y lágrimas (1999), que aprovecharon las propiedades del dramedy, así como el talento de sus respectivos casts y crews para dar estatus a una industria mexicana que parecía decidida a reconquistar a su público. Un objetivo que se alcanzaría de lleno en la víspera del siglo XXI con el estreno de Amores perros (2000).

De amor y dolor

La ópera prima de Alejandro González Iñárritu explora tres mundos distintos que colapsan violentamente en un accidente automovilístico con el que los protagonistas entran en un turbulento punto de no retorno. Una trama inusual para una película mexicana que, caracterizada por un guion arriesgado y un estilo hiperrealista, logró una identificación inmediata con un público acostumbrado a una existencia cada vez más brutal. Una fórmula que le convirtió en uno de los títulos más representativos del cine mexicano contemporáneo.

Su naturaleza urbana le llevó a ser considerada la gran sucesora de Los olvidados, aun cuando el calificativo ha sido debatido hasta el cansancio. El clásico de Luis Buñuel aprovechó la Ciudad de México para plasmar la decadencia juvenil en los arrabales de las grandes ciudades, mientras que el filme del entonces novel realizador mexicano lo hizo para demostrar que la decadencia no entiende de estratos socioeconómicos. Esto porque todos los arcos se ven enlazados por el dolor, el sufrimiento, la muerte… y los perros.

La película aprovecha el enorme potencial simbólico del llamado ‘mejor amigo del hombre’ para plasmar, no la amistad y nobleza, sino la miseria humana. Estos cánidos, a diferencia de tantos otros plasmados en pantalla grande, no facilitan la construcción del hogar feliz ni la familia perfecta, sino que su lealtad es distorsionada ante la oscura naturaleza humana que de algún modo logra sacar la peor cara de estos animales: lo despreciable, lo malo y lo indigno [vía].

Un filme desolador que marcaría el inicio de la llamada Trilogía del Dolor que, complementada por 21 gramos (2003) y Babel (2006), exploró los enlaces en la existencia humana que van de los cruces improbables al sufrimiento más profundo.

El legado de Amores perros

La calidad de Amores perros no pasó desapercibida entre los grandes certámenes, pues cosechó toda clase de reconocimientos alrededor del mundo. La más celebrada fue su nominación al Premio de la Academia como Mejor película extranjera que marcó el regreso del cine mexicano a la categoría tras 25 años de ausencia. Pero su legado va más allá de cualquier estatuilla y continúa creciendo hasta nuestros días.

Disparó la carrera de Alejandro González Iñárritu, quien se ha ganado un lugar de honor entre los directores mexicanos más exitosos de todos los tiempos con una obra que incluye cuatros Premios de la Academia, incluyendo dos a Mejor director por Birdman (2014) y El renacido (2015). Su labor también resultó determinante para el ascenso de los Tres Amigos complementados por Alfonso Cuarón y Guillermo del Toro, quienes han dado incontables glorias al cine nacional.

‘El Negro’ no fue el único cuya trayectoria fue catapultada: Rodrigo Prieto se posicionaría entre los grandes cinefotógrafos del mundo al trabajar con auténticas leyendas como Oliver Stone, Ang Lee y Martin Scorsese. El compositor Gustavo Santaolalla ganaría dos Premios de la Academia por su labor musical en Secreto en la montaña (2004) y Babel (2006) dirigida por el propio Iñárritu. Los guiones de Guillermo Arriaga fueron claves en la previamente mencionada Trilogía del Dolor y le afianzarían entre los grandes talentos creativos del nuevo milenio.

La película también convirtió a Gael García Bernal en referente de la industria nacional. Su consolidación llegaría sólo un año después con Y tu mamá también, para luego dar el salto a lo más alto del cine iberoamericano de la mano de cineastas como Pedro Almodóvar, Walter Salles y Pablo Larraín.

Han pasado 20 años de su estreno y Amores perros sigue siendo tan potente y necesaria como desde su primer día. Un cruento reflejo de un mundo tan hostil como desesperanzador, así como un eterno recordatorio de que, como bien dice uno de los personajes centrales: “si quieres hacer reír a Dios, cuéntale tus planes.”

Autor

  • Luis Miguel Cruz Lopez

    Periodista y crítico de cine y series. Además de Cinépolis, he trabajado en varios medios mexicanos líderes en contenidos audiovisuales. Cofundador de Radix, primer y único medio especializado en animación iberoamericana.

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