¿En serio necesitamos otra película de Batman? Fue una pregunta recurrente cuando Warner anunció una nueva encarnación de Batman, la tercera en menos de 20 años, o cuarta si consideramos su modalidad LEGO. El descontento era comprensible si recordamos que el de Christian Bale sigue vigente en el corazón de las audiencias y que el de Ben Affleck nunca ha sido abrazado del todo. A la polémica se suma el factor Robert Pattinson, que muchos siguen vinculando con Crepúsculo aun cuando han pasado más de diez años desde que terminó su trabajo en la saga. Tiempo que ha aprovechado para convertirse en uno de los actores más talentosos de su generación. Y claro, tampoco olvidemos el riesgo de sobresaturación en una industria obsesionada con las secuelas, los remakes y los reboots…
Dilemas en exceso. Y aún así, la respuesta es un rotundo sí.
Aunque hay quienes se empeñan en demeritarlos, los superhéroes, ya sea en modalidad impresa o cinematográfica, son entretenimiento, pero también esperanza, resiliencia y valores. Es en buena parte por esto que han perdurado tantos años y que sus adaptaciones se han tornado tan exitosas en un siglo XXI especialmente tormentoso. El caso de Batman es más fascinante aún, al grado que bien podríamos decir que el personaje cruzó la línea de la simple popularidad para convertirse en una necesidad para muchas personas.
Hagamos a un lado sus cómics y centrémonos en sus películas por tratarse de una expresión más generalista. Absolutamente nadie puede presumir el recorrido del murciélago. Son doce apariciones cinematográficas incluyendo The Batman y la próxima The Flash, nueve de las cuales lo han mostrado como protagonista absoluto. La hazaña se magnifica cuando recodamos que el viaje incluye cinco franquicias distintas, protagonizadas además por siete actores diferentes. Tres de ellos coexistirán además de manera simultánea en The Flash. ¿Cómo entender el fenómeno?
Son muchos los que, en algún momento de sus vidas, han soñado con ser un superhéroe. En este sentido, Batman no parece tan atractivo cuando recordamos el asesinato de sus padres y su lucha contra todo tipo de psicópatas. De hecho, varios estudios concluyen que el propio héroe deambula peligrosamente de la psicopatía. El atractivo podría recaer en sus millones y sus gadgets, pero estos aspectos materiales parecen insuficientes para anhelar una vida de tormento.
Contra todos los pronósticos, es precisamente esto lo que lo hace fascinante. No hablamos del superhéroe convencional, dotado por definición de poderes sobrehumanos. Es un ser humano ordinario, que ha sido golpeado hasta el cansancio por la vida, que en el camino lo ha perdido todo, familia, amores, amigos, pero que siempre logra levantarse. Un héroe en una continua prueba de resistencia contra los males que aquejan su ciudad, pero también su propia existencia.
Es precisamente esto lo que lo hace único. Una cualidad que en la ficción le ha valido el respeto de guerreros superiores y en la realidad la admiración de tantas personas que ven en él un ejemplo de perseverancia para un mundo que parece tornarse cada vez más oscuro. Algo especialmente palpable en sus adversarios.
Si la galería de villanos góticos es la más celebrada del cómic norteamericano es por el realismo que le caracteriza. Y es que si miramos más allá del maquillaje payasil, el cuero negro, los paraguas y los signos de interrogación, veremos que el grueso de estos personajes están construidos sobre las peores pesadillas sociales: psicópatas, anarquistas, terroristas, ladrones y mafiosos. Amenazas del mismo mundo en que vivimos, que ninguna autoridad ha podido erradicar del todo y que invariablemente nos pone a soñar con un vigilante que no sólo sea capaz de derrotarlos, sino de infundirles exactamente el mismo miedo que ellos nos generan a nosotros.
Esto no es para nada un ojo por ojo. Tal vez sea un antihéroe brutal que no duda en mancharse las manos, pero no por ello ha de matar a sus adversarios. Si hay algo que caracteriza al murciélago es el respeto, no a la vida ni a la piedad, sino a la línea que lo divide de convertirse en lo que tanto ha combatido. Porque ha experimentado el dolor en carne propia y es bien consciente que, si bien no puede eliminarlo del todo, sí que puede canalizarlo en una causa justa. No en venganza, sino en justicia.
O como bien dijera el recientemente bautizado Battinson: “Nuestras cicatrices pueden destruirnos, incluso después de que las heridas físicas hayan sanado. Pero si las sobrevivimos, pueden transformarnos. Pueden darnos el poder para resistir y la fuerza para luchar”.
Difícil saber si es el héroe que merecemos, pero vaya que es el que necesitamos. ¡No se pierdan The Batman en las salas de Cinépolis! Aquí pueden adquirir sus boletos.
