Al menos le queda un importante consuelo.
Cuando Ramón Antonio Gerard Estevez incursionó en la actuación, tomó una decisión que cambiaría su vida para siempre: cambiar su nombre real por el de Martin Sheen. No legalmente, sino al interior de la industria con la esperanza de que esta nueva identidad le ayudara en su carrera. La apuesta funcionó: películas como Badlands (1973), Apocalipsis ahora (1979) y Los infiltrados (2006), sin olvidarnos de la serie The West Wing (1999), garantizaron un lugar para Martin Sheen entre los mejores actores de todos los tiempos. Pero no todo ha sido felicidad.
El ganador del Primetime Emmy se sincera al confesar que uno de sus mayores arrepentimientos profesionales es haber cambiado su nombre real para construir su carrera [vía].
“Es uno de mis arrepentimientos. Nunca cambié mi nombre oficialmente. Sigue siendo Ramón Estévez en mi acta de nacimiento. Está en mi licencia de matrimonio, mi pasaporte, licencia de conducir. A veces te convencen cuando no tienes suficiente perspicacia o incluso el valor suficiente para defender lo que crees, y lo pagas más tarde. Pero, por supuesto, solo hablo por mí mismo”.
Con una carrera sólida y un nombre bien establecido, el actor fue incapaz de revertir su situación. Al menos le queda el consuelo de que pudo convencer a su hijo Emilio Estevez de preservar su nombre. “Cuando comenzó, su agente le aconsejó cambiarlo a Sheen y él no lo hizo. Y doy gracias a Dios que no lo hizo”. Caso contrario de Carlos Irwin Estevez, quien se decantó por el de Charlie Sheen.
Hijo de una irlandesa y un español, queda claro que Martin Sheen tomó la difícil decisión de cambiar su nombre convencido de que un apellido latino no gozaría de tanta aceptación entre las audiencias estadounidenses. Aunque todavía son muchos los que deben tomar estas medidas, queda el consuelo de que cada vez son más los que preservan sus nombres y con ello una parte importante de su identidad.
