Experiencias cinéfilas que sólo fueron posibles en salas de cine - Paloma & Nacho

Experiencias cinéfilas que sólo fueron posibles en salas de cine

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Ir al cine es más que sentarse en una butaca a ver una película. Es una experiencia inmersiva que permite viajar a distintos tiempos y lugares para vivir todo tipo de situaciones como deambular por caminos amarillos, enfrentar monstruos en las profundidades del espacio, caminar al lado de dinosaurios o estudiar el arte de las pociones en un prestigiado colegio de hechicería.

Aquéllos que han disfrutado una cinta en pantalla grande pueden entender a qué nos referimos, pero la historia del cine también está llena de grandes ejemplos. Tal es el caso de estas experiencias cinéfilas, concebidas desde los orígenes de la industria y hasta nuestros días, que no habrían sido posible sin la existencia de salas.

La leyenda de los Lumière (1987)

La historia del cine dice que las mayores contribuciones de los Lumière al cine fueron meramente técnicas, pues su altamente realista filmografía poco pudo hacer por expandir la visión fílmica de las audiencias. Pocas aseveraciones tan injustas, pues las leyendas más famosas del séptimo arte dictan que las primeras proyecciones del mítico cortometraje documental L’arrivée d’un train à La Ciotat (1896) fueron dominadas por un altísimo impacto, pues el público de la época no estaba familiarizado con las propiedades del cinematógrafo y no sabía cómo reaccionar ante un tren acercándose en pantalla. Hay quienes han desafiado estas creencias al asegurar que las descripciones sobre la gente evacuando los recintos en que el corto era proyectado no era mas que una campaña publicitaria, pero ni siquiera estos negacionistas pueden desmentir la sorpresa provocada por las imágenes en movimiento. Fue la primera vez que las salas de cine demostraron el enorme potencial que les sigue caracterizando hasta nuestros días.

Los horrores del fantasma (1925)

El fantasma de la ópera es considerada la primera gran cinta de terror producida en los Estados Unidos y pionera de la mítica franquicia Universal Monsters. Su realización estuvo caracterizada por el secretismo, pues la producción fue muy cuidadosa de no liberar ninguna imagen de Lon Chaney caracterizado como el personaje titular previo al estreno. Esto hizo que el momento en que el villano es despojado de su máscara provocara toda clase de reacciones, de gritos a presuntos desmayos al interior de las salas de cine cuyas audiencias estaban francamente aterrorizadas. Sobra decir que hoy es considerada una de las escenas más icónicas, no sólo del popular género, sino en toda la historia del celuloide.

La magia de Blanca Nieves (1937)

Los cortometrajes de Mickey y compañía, así como las emblemáticas Sinfonías bobas convirtieron a Walt Disney en un viejo conocido de las audiencias mucho antes del estreno de Blanca Nieves. Nada de esto preparó al público para el debut de la primera princesa animada del estudio, cuya película rompería todos los cánones preestablecidos de la técnica con una historia completamente animada que fuera capaz de cautivar a chicos y grandes por igual. La hazaña fue posible gracias a la destreza narrativa y técnica del creativo, pero también a las salas que exaltaron la fantasía y propiciaron que el público se interesara por una serie de dibujos en movimiento. Las sensaciones eran tan intensas que algunos auditorios, como el Radio City Music Hall, optaron por reemplazar la banda sonora durante la secuencia del bosque para proteger a los más pequeños del que sigue siendo considerado entre los momentos más espeluznantes de las películas familiares. Hoy día nadie se atrevería a negar que Blanca Nieves y los siete enanos es historia pura del cine, en un legado inmortal que comenzó brillantemente en las salas de cine.

Los grandes clásicos

Hablar del cine es referirse a la historia de la humanidad, con los clásicos como sus mejores exponentes. Desde Metrópolis (1927) hasta Atrapado sin salida (1975) y pasando por Lo que el viento se llevó (1939) y Casablanca (1942), los grandes títulos de todos los tiempos han capturado el pasado, plasmado el presente y especulado sobre el futuro de la humanidad con distintas tramas argumentales que han reflejado las inquietudes, los miedos y las alegrías de sus respectivas épocas. Esta naturaleza ha permitido que el cine presuma una dualidad difícil de lograr, que consiste en ser objeto de estudio sin dejar de ser fuente de entretenimiento. Las salas de cine han sido fundamentales para este posicionamiento, al ser un lugar de inmersión absoluta que permite analizar los filmes desde distintas perspectivas fungiendo así, como eternos testigos de la fascinante evolución social plasmada en la pantalla. Sería imposible nombrar todas aquellas películas que han trascendido de este modo, pero afortunadamente es posible rememorar su mensaje a partir de los continuos reestrenos que ayudan a preservar su legado por generaciones.

El suspenso de Alfred Hitchcock (1960)

No es casualidad que Alfred Hitchcock pasara a la historia como el Maestro del Suspenso, pues nadie como él para guardar los secretos de una película. Psicosis es el mejor ejemplo, pues no conforme con el secretismo que caracterizó a su producción, convirtió a los cines en un aliado más para sorprender a las audiencias con su brillante desenlace. Los recintos que proyectaban el filme recibieron carteles con una imagen del cineasta señalando su reloj y recordando que “la gerencia de esta sala ha recibido instrucciones, bajo riesgo de su vida, de no admitir en el teatro a ninguna persona después de que comience la película. Cualquier intento espurio de entrar por puertas laterales, escaleras de incendios o conductos de ventilación se resolverá por la fuerza. Todo el objetivo de esta política extraordinaria, por supuesto, es ayudarle a disfrutar más de Psicosis. No conforme con ello, se idearon planes para evitar que quienes salían de la proyección coincidieran con los asistentes de la siguiente función. Una auténtica estrategia anti-spoilers que fue clave para que Psicosis se afianzara con el twist definitivo que le consolidó entre las principales joyas del que sigue siendo considerado uno de los mejores directores de todos los tiempos.

Los miedos del inframundo (1973)

Parecía que las reacciones más extremas del terror habían quedado atrás, hasta que El exorcista renovó las peores pesadillas del público con la historia de una niña inocente y cuya alma debe ser rescatada por un joven sacerdote que duda de su propia fe. Se dice que se convirtió en la película más perturbadora por el contexto en que fue estrenada –un mundo desencantado y violento– en combinación con la magistral realización de William Friedkin. Las sensaciones de miedo y desesperanza fueron potenciadas en la oscuridad de las salas, lo que resultó en desmayos y bajadas de presión en numerosos cines de los Estados Unidos y que en muchos casos requirieron del respaldo de paramédicos. Parecía improbable que estas reacciones regresaran en el siglo XXI, pero una nueva combinación de los mismos ingredientes lo hizo posible con El conjuro (2013). El pavor de algunos asistentes fue tal, que algunos cines estadounidenses contaron con el apoyo de sacerdotes para que los más atemorizados acudieran a ellos una vez terminadas las distintas funciones.

Nace el blockbuster contemporáneo (1975)

Steven Spielberg siempre ha sido modesto sobre sus aportaciones al blockbuster contemporáneo, pero ni siquiera esto ha evitado que su Tiburón siga siendo considerada el primer referente del taquillazo contemporáneo. Nada de esto habría sido posible sin el respaldo de los cines. La parte más fría de este legado recae en una ambiciosa estrategia mercadológica que implicó un estreno simultáneo en casi 500 salas de los Estados Unidos y una inusual apertura durante la temporada veraniega que en aquel entonces se aprovechaba casi exclusivamente para las vacaciones en exteriores. La más fascinante recae en la destreza mostrada por el joven cineasta, quien lejos de mostrar una fuerza de la naturaleza, construyó a su bestia titular como un auténtico monstruo que se ocultaba en las profundidades en espera de vacacionistas por devorar y cuyos sangrientos ataques eran precedidos por una estremecedora banda sonora a cargo de John Williams. Una base narrativa de alto impacto que, enaltecida por la envolvente atmósfera del cine, resultó en el primer blockbuster de la era moderna y en un clásico instantáneo que sigue generando nerviosismo entre todos aquéllos que se preparan para poner un pie en el mar.

El legado de la Fuerza (1977)

Hoy es una de las franquicias más grandes del cine, pero en su momento Star Wars no era mas que el sueño imposible de un joven creativo llamado George Lucas que deseaba expandir el encanto fílmico con una historia caballeresca ubicada en una galaxia lejana. La apuesta no fue plenamente aceptada al interior de la industria, pero sí por un público que abarrotó el Teatro Chino en Hollywood para formar parte de la histórica premiere y en el inicio de la mítica saga. Más fascinante es recordar que el impacto del proyecto no se limitó a su estreno, sino que se extendió por todos los cines del mundo. Y es que, aquéllos que disfrutaron el primer visionado de la cinta original en salas, aún recuerdan las intensas emociones suscitadas ante esa modesta nave rebelde perseguida por un titánico Destructor Estelar Imperial que iniciaba las acciones, así como la primera aparición de un Darth Vader que terminaría convirtiéndose en uno de los personajes más importantes de todos los tiempos. El poder de la Fuerza no termina: han pasado más de 40 años del estreno de Star Wars y ver la Trilogía Original en pantalla grande sigue siendo una experiencia que todo cinéfilo debería disfrutar al menos una vez en la vida.

La alianza vengadora (2019)

Los tiempos han cambiado, pero las emociones provocadas por el cine permanecen. El estreno de Avengers: Endgame es buena prueba de ello, pues la alianza definitiva de superhéroes en la lucha contra Thanos y que tardó diez años en forjarse, generó tales niveles de excitación que las audiencias debieron liberarlas con alaridos y aplausos que funcionaron como auténtica catarsis. Más destacado aún es que, a diferencia de las viejas proyecciones, estas sensaciones fueron documentadas por algunos miembros del público y propagadas con el uso de redes sociales. Estas imágenes no sólo fueron un recuerdo gratificante para los que disfrutaron el crossover en pantalla grande, sino un auténtico alivio en los primeros meses de pandemia que resultaron en el cierre temporal de los cines, pues fungieron como un importante recordatorio de una magia que sólo puede apreciarse en todo su esplendor en salas.

Autor

  • Luis Miguel Cruz Lopez

    Periodista y crítico de cine y series. Además de Cinépolis, he trabajado en varios medios mexicanos líderes en contenidos audiovisuales. Cofundador de Radix, primer y único medio especializado en animación iberoamericana.

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