Películas para entender la historia de la animación en México | Paloma & Nacho

Películas imprescindibles para entender la historia de la animación en México

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Samuel Lagunas nos cuenta cuáles son las películas que hicieron historia en la animación en México desde la década de los 70 a la actualidad.

Para poder entender cómo avanza y y cuáles son los retos de la animación en México, primero tenemos que conocer esas cintas imprescindibles en la historia de este arte. En este texto, profundizamos en las películas que demarcaron la tradición animada en el séptimo arte de nuestro país.

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A comienzos de este 2024 llegó a salas el largometraje animado Uma & Haggen: Princesa y Vikingo, producido por el estudio Ithrax Producciones del mexicano Benito Fernández. Ithrax ya había estrenado, hace más de una década, Brijes 3D (2010). Y cuenta también con una película de ciencia ficción no exhibida aún llamada Sabel: Redemption (2009). 

Uma & Haggen: Princesa y Vikingo narra la historia de una princesa con rasgos indígenas y un guerrero nórdico. Ambos lidian con la pérdida de sus padres y el deber de salvar el reino en el que viven. La película no escapa de las fórmulas del género de aventuras, ni de los estereotipos asociados a héroes, heroínas o villanos. No hay sorpresas ni eventos inesperados. La animación, no obstante, mantiene fluidez y cierto encanto a la hora de los combates. La película también ejemplifica algunos rasgos característica de nuestra industria, al menos en el campo de la realización de largometrajes animados.

En primer lugar, llama la atención la casi nula participación de mujeres en el crew. De hecho, en México hasta ahora ninguna mujer ha dirigido largometrajes. Todo parece indicar que Mi amigo el sol (2021) de Alejandra Pérez González, producida por Fotosíntesis Media y próxima a estrenarse, romperá esta fatal estadística. 

La mirada de Uma & Haggen: Princesa y Vikingo

Uma & Haggen: Princesa y Vikingo

El otro gran problema con el que carga Uma & Haggen es su trato extractivo. Con las tradiciones, los saberes y las identidades de los pueblos originarios. La animación mexicana está lejos de superar la actitud condescendiente, racista, casi colonial y gentrificadora con la que retoma, aparentemente. Pero, en realidad despoja y maquilla, la representación de personajes que pertenecen a culturas imaginadas con rasgos prehispánicos.    

Pero no seamos injustos. La apreciación de la animación mexicana siempre ha sido difícil. De inmediato suele compararse con lo que se hace en otros países como Estados Unidos o Japón. Es evidente que en el caso de Uma & Haggen hay un intento bastante explícito de importar e imitar rasgos del anime y del estilo del maestro Hayao Miyazaki. Una obsesión recurrente en otras animaciones mexicanas recientes. No obstante, podemos ser muy arbitrarios e inclementes en nuestro juicio si, únicamente, nos limitamos a emitir comparaciones con industrias más grandes y con mayor trayectoria. 

Esto hace que sea necesario conocer nuestra tradición para, desde ahí, comprender y valorar mejor las películas actuales y los retos que siguen existiendo en la industria de la animación en México. Por eso, hemos preparado un recuento de diez largometrajes que han marcado la historia de la animación mexicana.

1. Los tres reyes magos (Fernando Ruiz, 1974)

Los tres reyes magos fue la primera película de animación en México

Si bien las primeras animaciones aparecieron en México en la década de 1930 a cargo del médico Alfonso Vergara Andrade y su estudio AVA, no fue sino hasta 1974 que se estrenó el primer largometraje de animación en nuestro país. El responsable fue Fernando Ruiz. Quien había participado como dibujante en la película La espada en la piedra (Wolfgang Reitherman, Clyde Geronimi y David Hand, 1964) de los estudios Disney, en donde aprendió las principales técnicas que quiso poner en práctica a su regreso a México. 

En Los tres reyes magos participaron algunos personajes importantes del medio cultural. Como la escritora Rosario Castellanos, quien contribuyó a la historia, y el grupo musical de “Los Hermanos Zavala” que interpretó las canciones de la película. Como codirector estuvo Adolfo Torres Portillo, guionista en célebres películas como Pulgarcito (1957) y Santa Claus (1959), ambas de René Cardona.

Fernando Ruiz afirmaba que sus principales influencias eran dos: Walt Disney e Ismael Rodríguez. Este vínculo explícito con la época del Cine de Oro no debe pasarse por alto. Los tres reyes magos comparte ese impulso de ensalzar en la pantalla una versión específica de “lo mexicano” asociada, en este caso, a las artesanías tradicionales y a la devoción católica. En este intento de folklorización de un episodio bíblico se cuelan representaciones racistas que hoy resultan ofensivas. Me refiero a toda la secuencia del rey Baltasar que aparece rodeado de figuras simiescas y algunos chistes que todavía cumplen su cometido. Este empeño por hacer una animación a la mexicana persistirá incluso hasta nuestros días. 

2. Katy la oruga (Santiago Moro y José Luis Moro, 1983)

Katy la oruga

A pesar de que se le atribuye a Fernando Ruiz la idea de llevar a cabo esta película, por problemas con la producción, acabó siendo dirigida por dos hermanos españoles. Santiago y José Luis Moro, que ya habían trabajado en el popular Cantinflas Show (1972), serie didáctica y de entretenimiento que se exhibía en televisión abierta. Ambos posteriormente se encargarían de llevar también a la pantalla chica una versión animada del popular personaje español, hijo del franquismo, Marcelino, pan y vino (1955).

Katy la oruga se convirtió en el primer blockbuster animado mexicano. Su estreno en cines estuvo acompañado por la venta de juguetes de los personajes de la película. Fue la primera vez que eso sucedió. Luego del éxito en taquilla, la estrella en ascenso Lucerito grabó un disco interpretando las canciones de Katy. Hoy sus fanáticos comparten stickers y vuelven a ver periódicamente la historia de la oruga que se convirtió en mariposa y así alcanzó la libertad.  

La película tiene una moraleja bastante obvia. La ciudad es el peor lugar para vivir porque está lleno de humanos, la especie más peligrosa del planeta. También hay un elogio a cierto modo de producción capitalista y un desdén por el comunismo. Hay todavía una creencia en que la educación civiliza y te saca de la ignorancia, de allí que Katy deje de ser una oruga gordita y consiga ser una esbelta y bella mariposa gracia a la lectura. La clase media que empezaba a consolidarse en esos años en México recibió con bastante beneplácito esas enseñanzas.   

3. Una película de huevos (Gabriel Riva Palacio Alatriste y Rodolfo Riva Palacio Alatriste, 2006)

Una película de huevos

Los 90 fueron una década pérdida para el largometraje animado mexicano. La salida de ese infortunado bache fue gracias a la obstinación de los hermanos Riva Palacio. Quienes, a pesar de tener un guion deplorable que fue rechazado en múltiples ocasiones, movieron cielo, mar y tierra para conseguir el financiamiento para su primer largometraje. Les ayudaba la fama que habían alcanzado gracias a las cápsulas humorísticas enfocadas a un público adolescente y joven, protagonizadas por huevos las cuales estaban repletas de albures. 

Esa irreverencia tuvo que moderarse bastante al momento de saltar a su primer largometraje para alcanzar una audiencia más familiar. El efecto fue contradictorio, pues alcanzaron un éxito en taquilla que les permitió producir incontables secuelas. Pero, a la vez, se encargaron de promover estereotipos extraídos de las clases populares de la capital del país de una manera irresponsablemente clasista, poco ética, que dialogaba más con los contenidos televisivos locales que con el cine que se estaba haciendo en México y en el resto del mundo.

4. La leyenda de la nahuala (Ricardo Arnaiz, 2007)

La leyenda de la nahuala

El otro gran impulso a la renovación de la industria de la animación en México vino de la mano del estudio Animex, con sede en Puebla, y del joven Ricardo Arnaiz, que había empezado haciendo divertidas cápsulas para el programa Ponchivisión, conducido por el comediante Andrés Bustamante. Arnaiz apostó por la recuperación de leyendas tradicionales actualizadas para el público infantil y con eso consiguió revivir la animación mexicana. El humor es bastante simple (por ejemplo, el chiste del protagonista que se orina se repite hasta el cansancio), pero alcanza a una mayor cantidad de público que los chistes de HuevoCartoon. La estrategia fue bastante exitosa y allí nació la saga que hoy es una marca en la animación en México en el mercado global.

Es cierto, la recuperación del México colonial no está exenta de una romantización de la pobreza y una defensa de las desigualdades. Pero hay una ternura que Arnaiz logró inyectar en los personajes que se acopla perfectamente con la atmósfera tenebrosa de las historias. 

5. La leyenda de la llorona (Alberto “Chino” Rodríguez, 2011)

La leyenda de la llorona

El estudio de Animex, creador de la saga de las Leyendas, e incluso del episodio piloto de la serie del Chavo animado, tiene una historia trágica que se atisba en su desenlace. Ambas producciones acabaron perteneciendo a otro estudio, Ánima, quien logró capitalizar bastante bien las buenas ideas que se gestaron en Animex. En la actualidad puede decirse que Ánima se ha convertido ya no sólo en el pilar más sólido de la industria, sino en un espacio importantísimo de formación de nuevos talentos.

En La leyenda de la llorona hay una mejora notable en la calidad de la producción. Los personajes se vuelven más complejos, acaso más oscuros, y también su diseño es más detallado. Esta segunda entrega marca también la consolidación del Chino Rodríguez como director de animación en México después de dos películas rarísimas donde participó como editor y luego como director: Imaginum (2005), un largometraje de ciencia ficción donde Eugenio Derbez hizo una de sus primeras incursiones en el doblaje. Y AAA sin límite de tiempo (2009), otra historia de ficción con luchadores como protagonistas que deben vencer fuera del ring a un científico desquiciado que comanda tanto dinosaurios como momias egipcias. Una locura. El Chino Rodríguez ha demostrado bastante capacidad para contar aventuras y entretener a la audiencia infantil, lo que no es para nada un logro menor.

6. El gran milagro (Bruce Morris, 2011)

El gran milagro

La primera película hecha en animación 3D en México es extraña y espantosa. Con un espíritu y una estructura narrativa que antecede a La rosa de Guadalupe (2008-) esta historia engarza la vida de algunos personajes que atraviesan circunstancias onerosas como un chofer que tiene un accidente o una señora viuda llena de amargura. Estos coinciden en una misa donde experimentan una revelación con un estilo francamente apabullante: en el altar un montón de ángeles luchan con demonios por las almas de estos feligreses. La pretensión de realismo provoca secuencias grotescas y horrorosas. 

El director de esta película fue Bruce Morris, quien había participado previamente en películas de Disney en el departamento de arte. Pero que aquí se muestra bastante incapaz para la labor de dirección. La productora DosCorazones, no obstante, decidió emprender una aventura similar años después y en 2023 estrenó Max, escrita también por Bruce Morris, en la que la pésima calidad en la animación aplasta por completo las buenas intenciones de recuperar lo vivido por el sacerdote Maximiliano Kolbe en los campos de concentración de la Segunda Guerra Mundial.

7. El Santos vs La Tetona Mendoza (Alejandro Lozano y Andrés Couturier, 2012)

El relajo es uno de los elementos característicos de la cultura mexicana: el alarido sin sentido, la broma colectiva, la carrilla. O eso es al menos lo que propuso el filósofo Jorge Portilla en su libro Fenomenología del relajo. Esa es la clave desde donde debe verse El Santos vs la Tetona Mendoza, producida por Ánima. 

Basada en los dibujos de Trino y Jis, la película ejemplifica ese vínculo intenso que la animación ha guardado desde siempre con la historieta. Aquí, el albur y la broma sexista funcionan mejor que en las películas de HuevoCartoon porque hay una reflexión autoconsciente de que se trata de una película que no puede tomarse en serio. Todo lo que sucede es un chiste y si hay una crítica política está queda escondida bajo la parodia infinita que redondea la película.

8. Ana y Bruno (Carlos Carrera, 2017)

Ana y Bruno

Carlos Carrera empezó su carrera en la animación dirigiendo cortometrajes. En 1994 se convirtió en el primer mexicano en obtener un reconocimiento en el Festival de Cannes con El héroe. Luego, en el 2000 comenzó a preparar un largometraje en 3D, Ana y Bruno. Los problemas de producción fueron inmensos y la empresa Ánima salió al rescate, además de que buena parte de la película tuvo que animarse en la India para abaratar los costos de producción. La travesía duró más de 12 años y el resultado fue decepcionante. Una animación con un look repelente y un exceso de personajes que acaban engordando la trama hasta hacerla estallar. En el fondo, la historia de Ana, su muerte y su locura, merecían un tratamiento mucho mejor. 

La historia de la animación en México es también la historia de quienes quieren llegar al sol y acaban quemándose de inmediato. 

9. Un disfraz para Nicolás (Eduardo Rivero, 2020)

Un disfraz para Nicolás

¿Animación inclusiva? El estudio Fotosíntesis Media, fundado en 2013 por Miguel Ángel Uriegas, ha intentado la tarea de hacer largometrajes con responsabilidad social. De ahí que hemos visto historias de una niña con leucemia y luego esta historia protagonizada por un niño con Síndrome de Down. El logro que se presumió fue precisamente ser la primera animación en México en abordar este fenómeno. Nada mal allí. El verdadero problema de la película aparece en los créditos en donde se presumen las técnicas conductistas con las cuales se entrenó al niño para que diera voz al protagonista de la película. 

Allí queda al descubierto que el interés no está en una exploración consciente de la intimidad ni de la vida interior de las personas neurodivergentes, sino en montar una aventura donde persiste una actitud capacitista en la que la diferencia es domesticada y representada de manera idílica y aséptica. Hay además una grosera imitación, que ya escapa las fronteras del homenaje, de El castillo vagabundo (2005) de Hayao Miyazaki.

10. Home Is Somewhere Else (Jorge Villalobos y Carlos Hagerman, 2022)

Home is somewhere else

En el auge de la animación documental en México, dos directores estrenaron esta película que es una excepción en muchos sentidos. Primero, porque su realización requirió del trabajo colaborativo de varios estudios pequeños. Segundo, porque es la primera cinta en el país que se interesa por adaptar el lenguaje documental a las técnicas de la animación. Jorge Villalobos ya había conseguido un prodigio estilístico con el corto 4 maneras de tapar un hoyo (1996) y en Home Is Somewhere Else hay momentos muy bellos, aunque en su conjunto la película resulta demasiado ilustrativa, subordinando el poder del dibujo a la “relevancia” del discurso. 

Home Is Somewhere Else ha recibido numerosos premios y ha logrado darle al largometraje animado un estatus del que carecía y el derecho a abordar temas que le parecían vedados. Ha tenido que pasar mucho tiempo para que el largometraje de animación de nuestro país alcance este escalón. 

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¿A dónde irá el largometraje animado a continuación? ¿Seguirá arrastrando los mismos vicios en la representación de personajes o finalmente correrá el riesgo de plantear discursos más complejos y críticos? Descubramos qué nos dice el futuro. 

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Autor

  • Samuel Lagunas

    Cinéfilo animado. Maestro e investigador en la Universidad Autónoma de Querétaro. Escribo poemas, cuentos y textos académicos. En mis ratos libres cubro festivales y hago crítica de cine. Veo con mi hija todas las películas que se estrenan en Salas Junior. Lo más raro que me ha pasado en una ida al cine es haber estado en los mingitorios junto a un expresidente.

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