La polémica ha sido una constante del Óscar a lo largo de la última década.
¿En qué piensas cuando hablamos del Óscar? Evidentemente en cine. Y no sólo eso, sino en lo mejor de la industria. También en talento, glamour y diversión. O al menos estos son los ideales, pues desde hace tiempo los Premios de la Academia se han visto manchados por toda clase de polémicas. No nos referimos a la baja de popularidad ni a la longevidad de las ceremonias, sino a las cada vez más frecuentes controversias que restan seriedad a un evento que parece perder el rumbo.
Los debates son inevitables, pero de un tiempo atrás se han convertido en una constante. ¿No nos crees? Te dejamos un recuento con las seis mayores polémicas del Óscar en los últimos diez años.
#OscarsSoWhite
En los últimos años hemos visto grandes esfuerzos por garantizar la representación de las minorías. Una palabra desafortunada que suele referirse a todos aquellos no caucásicos y que deja muy en claro el funcionamiento del mundo en que vivimos. El Óscar 2015 generó la sensación de que todos los avances se fueron por la borda luego de que las ternas histriónicas sólo incluyeran actores blancas y prescindieran de negros, latinos, asiáticos… El malestar resultó en el hashtag #OscarsSoWhite que se ha convertido en un grito de batalla a favor de la inclusión y dicho sea de paso, en un dolor de cabeza para la Academia.
El Oscar a Casey Affleck
El debate sobre las diferencias entre el artista y la persona es añejo. En el caso de los Premios de la Academia, casi siempre se habla de Roman Polanski, premiado y ovacionado de pie tras su Oscar por El pianista a pesar de sus acusaciones por el abuso de menores. ¡Pero hay otro caso más reciente! Concretamente, ocurrido en la edición 2017, cuando Casey Affleck fue condecorado con la estatuilla a Mejor actor. Su interpretación en Manchester junto al mar fue indiscutiblemente brillante, pero fue difícil celebrarla ante las acusaciones de acoso que rodearon la entrega del galardón. Más incómodo aún fue que el premio le fue otorgado por Brie Larson, quien veía de ganar La habitación que precisamente ahondó en temas de violencia de género.
La trágica derrota de La La Land
La historia de los Premios de la Academia nos ha dado momentos inolvidables. Unos memorables y otros que rayan en la infamia. El no Oscar a Mejor película de La La Land ocupa un lugar de honor entre estos últimos. Todos sabemos lo ocurrido, pero no está de más recordarlo: una papeleta errónea, una confusión de Warren Beatty y Faye Dunaway, y una corrección en medio de los primeros festejos y que provocó toda clase de reacciones. El anfitrión Jimmy Kimmel intentó enmendar el tropiezo con la sugerencia de una doble estatuilla que sabía a consolación para los afectados. El daño estaba hecho. Hay quienes dicen a modo de broma, ¿o tal vez no?, que Damien Chazelle empezó la concepción de Babylon a partir de este momento.
Una categoría no tan popular
Parece mentira, pero hubo un tiempo en que las películas más populares del año, incluyendo los blockbusters, eran serios contendientes al Oscar a Mejor película. El exorcista, Tiburón, Star Wars y Los cazadores del arca perdida son sólo algunos de los muchísimos ejemplos de esta tendencia. La Academia ha hecho todo tipo de esfuerzos por dar más espacio a estas cintas, consciente de que éstas podrían ser determinantes para recapturar el interés del público. Su solución fue aumentar el número de plazas a Mejor película, lo que ha resultado infructífero porque a) los espacios para estos títulos se han reducido con el tiempo b) todo mundo sabe que no tienen la más mínima oportunidad de ganar. Su solución fue crear una nueva categoría, Mejor película popular, una decisión tachada de absurda porque los académicos nunca supieron explicar cómo elegirían a la ganadora. Fue tan criticada que ni siquiera debutó, pero eventualmente fue adaptada como el Oscars Fan Favorite que delegaba la responsabilidad al público. Una estrategia que no estuvo exenta de polémica ante la imposición de las fanbases por sobre el espectador ordinario.
La ira de Will Smith (y el mal gusto de Chris Rock)
Aunque el humor es un invitado indispensable en la temporada de premios, más de uno ha manifestado su desagrado por el hecho de que muchas de las risas de las distintas ceremonias sean a costa de la mofa y en ocasiones, de la franca humillación. Incluso se llegó a decir que era cuestión de tiempo para que alguien estallara. Siempre pensamos que esto ocurriría en los Globos de Oro con la irreverencia de Ricky Gervais, pero nadie, absolutamente nadie imaginó que la explosión se daría en el refinado Oscar. El momento está bien fresco en nuestras memorias: Chris Rock bromea sobre la falta de cabello de Jada Pinkett–Smith, ignorante de que es consecuencia de un padecimiento médico; la actriz se muestra claramente incómoda y su esposo Will Smith sube al escenario para golpear al presentador en vivo. La sorpresa fue tal que muchos pensaron que todo estaba planeado. El Oscar de Smith se vio opacado por este momento y aunque pudo conservarlo, fue privado de asistir a la ceremonia por diez años. Chris Rock salió inmune y muchos creen que debió enfrentar un castigo similar
El caso Andrea Riseborough
Las premiaciones son extrañas. Las campañas multimillonarias están bien vistas e incluso hay certámenes que autorizan obsequios y otros beneficios en la búsqueda de un lugar entre los nominados. Sin embargo, una llamada de apoyo a una persona cercana no sólo está mal vista, sino que está completamente prohibida. Una ironía que ha sido padecida en carne propia por Andrea Riseborough, cuya nominación a Mejor actriz por To Leslie fue puesta en jaque por un supuesto fraude suscitado de una serie de llamadas telefónicas por parte de la esposa del director de la película. La aceptación de la polémica por parte de la Academia es un arma de doble filo: la expulsión sugiere elitismo e invita a pensar qué habría pasado con un nombre de mayor peso en el dilema; la autorización podría sentar un peligroso antecedente para una ceremonia que, admitámoslo, no siempre parece reconocer a lo mejor del cine.
