Grandes actuaciones y un guion realista hacen que este drama romántico sea imperdible.
Ver una película romántica es sinónimo de enfrentar un sinfín de recuerdos: el primer amor, el primer corazón roto, la ilusión de un futuro mejor, y esas típicas mariposas en el estómago que solo significan una cosa, atracción. ¿Pero qué sucede cuando ese primer amor está lleno de secretos, preguntas sin respuesta, y poderosos recuerdos? Miente conmigo, la nueva película del francés Olivier Peyon, explora qué tanto impacto puede tener ese primer encuentro con tan poderoso sentimiento.
Tras aceptar ser el embajador de una famosa marca de coñac, que celebra su bicentenario, el novelista Stéphane Belcourt regresa a su ciudad natal por primera vez en 35 años. Allí conoce a Lucas, el hijo de su primer amor. Los recuerdos lo inundan: las primeras experiencias de la adolescencia, el deseo incontenible, los cuerpos que se unen, una pasión que hay que silenciar… Este primer amor se llamaba Thomas, y ambos tenían 17 años cuando conocieron lo que era amar.
Uno de los tantos aspectos que sobresale en Miente conmigo es el guion. Basado en la novela homónima escrita por Philippe Besson, este logra retratar de gran manera las vicisitudes del primer encuentro entre Stéphane y Tomas. Sin importar que los espectadores pertenezcan al colectivo LGBT+ o no, la construcción de la historia sirve para que todos, en mayor o menor medida, se identifiquen con los protagonistas. De mucho ayuda que sus temas se abordan con total naturalidad, y que sus primeros encuentros sexuales, marcados por la clandestinidad y la pasión, nunca caen en el morbo.
Para acentuar cuán grande es el impacto de dicha adolescencia en el Stéphane adulto, Miente conmigo recurre a la utilización de dos líneas temporales. La primera, situada en 1984, narra cómo Stéphane y Tomas se enfrentan a un poderoso viaje de autodescubrimiento. Se lanzan miradas en los pasillos de la escuela, tienen relaciones sexuales, se enfrentan a algunos prejuicios, y muestran miedo a ser descubiertos. El entorno social no es seguro para vivir su sexualidad. En la segunda, que narra el presente, sólo hay recuerdos que duelen. Pero, sobre todo, dudas en el espectador por conocer lo que “acabó” con el amor de ambos personajes.
El descubrimiento de esto último hace que Guillaume de Tonquédec, intérprete del Stéphane adulto, brille como un hombre atormentado por las dudas del pasado. Ese primer amor le hizo comprender cómo era estar con alguien a quien se desea, pero también le destruyó el corazón y forjó su carácter. Es en los últimos minutos de la cinta, cuando Stéphane descubre qué acabó con su felicidad, donde todo cobra sentido y Miente conmigo alcanza su punto más alto.
En cuanto a realización se refiere, ésta producción francesa tiene una puesta en escena sumamente elegante. Hay una correcta utilización de bellos escenarios que contribuyen a establecer la química de sus protagonistas, planos que resaltan su intimidad, soledad, e incluso su dolor. También destaca el adecuado uso el soundtrack, con canciones que exacerban las emociones y contribuyen a recrear la sensación no sólo del primer amor, sino de los años 80.
Para bien o para mal, Miente conmigo es una película que apela a todos aquellos que, por callarse un “te amo”, marcaron su destino. La historia de Stéphane y Tomas no sólo entretiene a quien la ve. También es un recordatorio de que el amor es universal, y debe expresarse antes de que sea demasiado tarde. Sí, se trata de un relato sencillo por su esencia, pero con la fuerza suficiente para motivarnos a querer el pasado y cerrar sus heridas.
Descarga la app de Cinépolis y consulta la cartelera, horarios, estrenos, preventas y promociones que tenemos para ti.