Mejores películas de hombres lobo - Paloma & Nacho

Mejores películas de hombres lobo

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Celebramos el cine licántropo en el 40° aniversario de Un hombre lobo americano en Londres.

 

A diferencia de otros exponentes de los llamados monstruos clásicos, como Drácula o Frankenstein, las bases del Hombre Lobo no remiten a la literatura, sino que se remontan a lo más profundo del folclor europeo. Sus orígenes se sustentan en algunos de los miedos más añejos del ser humano, como la oscuridad de la noche, los misterios que se ocultan entre las sombras y la naturaleza violenta del mundo en que vivimos. El nerviosismo se acentuó con sucesos reales como fue el caso de la mítica bestia de Gévaudan que azotó el sur de Francia entre 1764 y 1767 o los viejos casos de hipertricosis, una enfermedad caracterizada por el exceso de vello y que es popularmente conocida como el síndrome del hombre lobo.

Todo esto hizo que los licántropos resultaran sumamente atractivos para el cine, que no tardó en aprovechar su potencial simbólico para plasmar toda clase de miedos e inquietudes en la pantalla grande. Fue así como se convirtieron en personajes indispensables del terror y se afianzaron como habitantes recurrentes en nuestras peores pesadillas.

A continuación celebramos las mejores películas de hombres lobo al tiempo que vigilamos el cielo nocturno, recordando que “incluso un hombre puro de corazón y que reza sus oraciones de noche puede convertirse en lobo cuando […] la luna de otoño brilla”.

 

Lobos, criaturas del diablo (Dir. Neil Jordan, 1984)

La evolución cinematográfica del Hombre Lobo durante los 80 llevó a la criatura a un mundo cada vez más moderno y por ende, más realista. Este camino fue brevemente interrumpido por Lobos, criaturas del diablo o The Company of Wolves como se le conoce internacionalmente. Un cuento de hadas revisionista que apoyado de lleno en Caperucita Roja, rompió las bases de la metanarrativa para explorar la sexualidad femenina. Esto a partir de una joven de la era moderna que se sueña en un siglo XVII marcado por la represión, la cual puede apreciarse en las advertencias de su abuela que continuamente le recuerda que debe mantener el camino y que los hombres “son agradables como un pastel hasta que se salen con la suya. Pero cuando el florecer desaparece, la bestia emerge”. Esta construcción desembocó en imágenes inolvidables siendo la cena cánida la más icónica de todas y una de las más celebradas en toda la historia del subgénero, en mensajes que resultaron clave en la evolución del lobo fílmico, así como en un brillante giro final que entrelaza realidad y fantasía con tal destreza que es imposible decir dónde termina uno e inicia el otro.

 

Luna llena (Dir. Neil Marshall, 2002)

Mientras la gran mayoría de las películas de hombres lobo se centran en el dolor de sus personajes, Luna llena, mejor conocida como Dog Soldiers, prioriza la supervivencia colectiva con soldados cuyo entrenamiento en tierras escocesas se ve aquejado por un ataque licántropo. Una premisa que remite a lo hecho por La noche de los muertos vivientes con un grupo que intenta sobrevivir las embestidas de lo desconocido, pero que encuentra su diferenciación en la acción pura y dura. Y en sus monstruos, claro está, que concebidos a partir de técnicas netamente prácticas desafiaron la supremacía del mítico lobo diseñado por Rick Baker para Un hombre lobo americano en Londres. Incluso hay quienes piensan que lo superaron, ya que aunado a su perturbadora apariencia, las bestias plasmaron la incertidumbre post 9/11 con un ejército que pelaba contra amenazas que se creían inexistentes. Una deconstrucción clave para entender el éxito del filme y el rápido ascenso de su entonces novel director Neil Marshall.

 

Feroz (Dir. John Fawcett, 2000)

Aunque debe mucho a Un hombre lobo americano en Londres y Lobos, criaturas del diablo, Feroz, también conocida por su título original, Ginger Snaps, ha ascendido por derecho propio como uno de los híbridos más exquisitos del terror. No es ni de cerca la primera película en aprovechar el género para abordar un coming-of-age, pero sí una de las más valientes en su exploración de la inminente madurez al desprenderse de los ingenuos varones para centrarse en dos hermanas cuya fascinación con la muerte es puesta a prueba cuando una de ellas es atacada por un hombre lobo y condenada a convertirse en uno. Su ascenso como clásico de culto se vio favorecido además por sus alusiones directas a la sexualidad –una chica que ahora tiene el poder necesario para negarse a las exigencias de sus parejas y una maldición que además de las tradicionales mordeduras, también puede transmitirse con el sexo como si de una enfermedad venérea se tratase– y su exaltación de la hermandad femenina con dos inadaptadas que deben llegar hasta las últimas consecuencias para detener la crisis que les aqueja. Todo esto, hay que decirlo, enaltecido por su brutalidad.

 

El hombre lobo (Dir. George Waggner, 1941)

Contrario a lo que algunos piensan, El hombre lobo no fue la primera película de Universal Monsters en explorar a los licántropos, un crédito que pertenece a Werewolf of London estrenada seis años antes. Pero si la de 1941 terminó convirtiéndose en la primera gran exponente de estas criaturas fue por una combinación de elementos que la hicieron francamente superior. Una trama construida como sobre los cimientos de las viejas leyendas; una maldición explicada en un poema que muchos consideran ancestral –sí, el de nuestra introducción– cuando en realidad fue escrito por el guionista Curt Siodmak; el respaldo de Bela Lugosi en un rol secundario pero fundamental para el curso de las acciones; una brillantísima interpretación de Lon Chaney Jr., enaltecida además por un brutal trabajo de caracterización que remitió directamente a las mayores glorias de su padre Lon Chaney, quien fuera conocido como el Hombre de las Mil Caras. Más trascendente aún fue la potencia de sus bases simbólicas. Y es que mientras Drácula (1931) y Frankenstein (1931) aludieron a la Gran Depresión, El hombre lobo hizo lo propio con la II Guerra Mundial al mostrar cómo las personas pueden perder su capacidad de raciocinio para convertirse en monstruos sedientos de sangre que deambulan libremente por los campos europeos en una maldición bélica que parece no tener fin.

 

Un hombre lobo americano en Londres (Dir. John Landis, 1981)

El clásico de Universal Monsters convirtió al Hombre Lobo cinematográfico en un símbolo recurrente de la violencia humana. Si estas bases empezaron a cambiar fue en buena medida por Un hombre lobo americano en Londres, que aprovechó al licántropo para abordar otras caras de nuestra especie. Esto a partir de dos estadounidenses cuyo viaje por la Inglaterra rural se ve opacado por una vieja maldición que termina con la vida de uno y convierte en lobo al otro. Si bien el primero es incapaz de descansar, la situación del segundo es mucho más compleja al tratar de lidiar con el monstruo en el que se ha convertido, lo que se torna especialmente difícil por las dudas propias de su inmadurez, así como por su recién iniciada relación sentimental con la enfermera británica que lo cuidó en el hospital. O lo que es lo mismo, un joven que aprende de la peor manera que los aciertos y errores cometidos marcarán su vida para siempre, en un cruentísimo reflejo del abrupto salto a la madurez. Mención especial para su mítica e inolvidable conversión, que a cuarenta años de distancia, se mantiene como la más brillante en toda la historia del subgénero. El punto más alto de un 1981 que, junto con Aullido y Wolfen, es considerado el año más importante para el cine de hombres lobo.

Autor

  • Luis Miguel Cruz Lopez

    Periodista y crítico de cine y series. Además de Cinépolis, he trabajado en varios medios mexicanos líderes en contenidos audiovisuales. Cofundador de Radix, primer y único medio especializado en animación iberoamericana.

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