¿Qué es lo que ha inspirado al icono de la animación, Hayao Miyazaki, a trazar mundos inolvidables? Saraí Campech nos cuenta sobre su historia en esta entrega de su columna “Urdimbre”.
“La naturaleza es el medio para revelar la verdad” | Hayao Miyazaki
“La naturaleza es el medio para revelar la verdad” | Hayao Miyazaki
Hace unas semanas llegó a mis manos El viaje de Shuna, una publicación en pasta dura con el nombre de Hayao Miyazaki en letras grandes. Al abrirlo, descubrí una historia profunda que el genio japonés tenía ganas de trasladar al universo animado desde el 10 de mayo de 1983, justo un martes. Pasaron cuatro décadas. Si bien, no realizó la película, sí ilustró este maravilloso libro. El cual me da pie a hablar del creador de El niño y la garza, entre otras bellezas.
Sobre el libro, se basa en la leyenda tibetana del príncipe que se convirtió en perro. Una historia que, de acuerdo al traductor Alex Dudok de Wit, quien por cierto terminó la versión al inglés del libro de Hayao Miyazaki un lunes 14 de febrero de 2022, nos muestra el interés del cineasta por las culturas asiáticas. Algo que, como muchos habían señalado, ha plasmado poco en las ambientaciones de sus películas, las cuales esbozan toques europeos.
Al llegar a las últimas páginas, Alex Dudok nos explica que ese aire asiático en el cine de Miyazaki tiene más peso en sus primeras producciones. Tal es el caso del manga “sabaku no tami”, la cual se desarrolla en la guerra de la Ruta de la seda. También se observa en Nausicaä del valle del viento. Una pieza que se desborda entre los paisajes de la India, China y Asia central, producción que significó la antesala.
Miyazaki y los vestigios de su vida en el cine
El inclasificable universo de Miyazaki ha echado mano de todo aquello que ha vivido a lo largo de sus 82 años de vida. Recordemos que su papá fue el encargado de una armadora de aviones durante la Segunda Guerra Mundial. Momentos cruentos que lo llevaron, junto con su familia, a mudarse y, más allá de esa falta de arraigo, cargaban en sus hombros la mortificación de su madre enferma. Quizá por eso se refugió en el dibujo, oficio que se convirtió en su primer trabajo
Con veintitantos años, Miyazaki comenzó a realizar cuadros de animación para Toei Animation. Fue el espacio donde soltó más la mano y se unió la cabeza y el corazón para crear junto con Isao Takahata y Akemi Ota. En 1968, estrenaron Horus, el príncipe del sol, fue una época muy pujante que lo llevo cambiar de estudios de animación. En los 70, ya con Zuivo Pictures, fue enviado a Suiza para organizar el diseño de Heidi, la niña de los Alpes. De ahí se fue a Argentina para crear Marco, siguió Conan, el niño del futuro y Lupin III: parte I en Yomiuri TV.
Pasado el tiempo, la televisión le quedó chica a los dibujos de Miyazaki. Para la década de los 80 fundó los estudios Ghibli, un mito moderno sobre la forma de hacer cine de animación. Sin duda, el estreno en 1986 de El castillo en el cielo puso a los estudios en la mira con las aventuras de Pazu y Sheeta: dos jóvenes que tienen por misión evitar que una piedra mágica caiga en manos de militares que solo la quieren para llegar a Laputa y trastocarla.
La manera de dibujar entre acuarelas la contradicción humana, los matices y la posibilidad de redención cautivaron a japoneses, europeos, americanos. Es decir, a todas aquellas personas que se adentraron a sus fascinantes historias como El castillo vagabundo o La princesa Mononoke.
Hayao Miyazaki en la intimidad
Un hombre disciplinado que despierta temprano, se acicala, hace ejercicio, toma café, una ducha y de ahí al escritorio para sumergirse en sus proyectos los cuales le pueden llevar hasta diez horas de trazar y re pensar una idea, la cual, si se estanca, suele disuadir saliendo a caminar por su barrio en Tokio acompañado de su cámara, esos esbozos de vidas transcurriendo suelen darle nuevos aires a sus bocetos.
Durante las más de tres décadas de los estudios Ghibli, Hayao Miyazaki y sus socios se aferraron al dibujo a mano. Una obsesión por los espacios intimistas, seguidos por paisajes amplios todos creados desde rincones luminosos acompañados de algún CD de Yuki Arai. Tal como nos lo reveló Mami Sunada en El reino de los sueños y la locura, donde podemos ver cómo mira el mundo Miyazaki con sólo asomarse a la ventana, observa a un hombre regar sus plantas, se imagina saltando entre los techos, piensa cómo podría atravesar muros, subir por tubos o caminar por los cables de alta tensión, suspira y dice, “todo eso lo puedes hacer en el universo de la animación, en esos mundos cualquier ciudad deja de ser monótona y se convierte en algo mágico”.
Una manera de vivir muchas vidas y que parece una fuente inagotable de creación. Sin embargo, a lo largo de su trayectoria y en las distintas etapas de su producción el camino no ha sido totalmente plano. A principios del siglo XXI, un poco bajoneado por lo complicado de levantar sus proyectos, Miyazaki había dicho que se iba a retirar, pero volvió a dibujar.
La historia detrás de su última creación: El niño y la garza
En 2001, estrenó El viaje de Chihiro, fue con esa cinta que la vida dio un vuelco de 180 grados, más allá de los premios en Japón, vino el reconocimiento internacional. Las entradas en taquilla comenzaron a fluir, la película obtuvo el Oso de oro en la Berlinale, así como el Oscar a Mejor largometraje de animación. Pasaron veinte años y volvió a decir que dejaría los lápices en su caja. Hasta que, en 2023, presentó El niño y la garza. Al parecer volverán a pasar otros 20 años para que considere la posibilidad de retirarse.
Por cierto, comencé contándoles del libro que llegó a mis manos de Miyazaki, pero creo que también vale la pena mencionar que su más reciente filme El niño y la garza está inspirado en otro libro, se trata de How do you live, de Genzaburo Yoshino. Una historia que data de 1937 y que se centra en Junichi Honda, un joven adolescente que ha quedado huérfano de padre y se refugia en su tío, quien representa la figura paterna en ese momento de su vida. En tanto, en la cinta de Hayao, el personaje principal se llama Mahito y la que muere es su madre o eso creemos, ya que una garza parlanchina tiene otros datos.
Ojalá se animen a disfrutar del cine de Miyazaki, de sus libros favoritos y de esos títulos en los que él se encargó de ilustrarlos como fue el caso de “El viaje de Shuna”, editado por Salamandra, Penguin Random House.
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