Reseña: Duna: Parte dos o el camino del Mesías

Reseña: Duna: Parte dos o el camino del Mesías

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Duna: Parte dos es un portentoso espectáculo audiovisual que vuelve a traer a la mesa los temas planteados por Frank Herbert.

Acudí a Duna: Parte dos sin ver la primera parte ni leer el libro en el que se basa esta saga dirigida por Denis Villeneuve. Sin embargo, apreciar en pantalla grande la historia de Paul Atreides y su ascenso como Mesías provocó un impacto que me llevó no solo a revisar la primera entrega y valorar la versión de David Lynch de 1984, sino también adentrarme en esta fascinante y complicada historia concebida por Frank Herbert en los años 60.

Antes de meternos en los pormenores de la cinta, conviene decir que la historia de Dune está ubicada 8 mil años en el futuro. La humanidad erradicó a las máquinas y se dedicó a desarrollar sus capacidades mentales con ayuda de no pocos alucinógenos. El mundo está regido por Grandes Casas dispersas en distintos planetas, las cuales se disputan el dominio de Arrakis. En este lugar desértico se produce la Especia, elemento que permite los viajes espaciales.

Poco de esto se menciona en Duna: Parte dos. Y no hace falta. La potencia visual y narrativa de cada secuencia, escena y plano hacen de esta cinta un portentoso espectáculo similar a una sesión de hipnosis. La historia se cuela por los poros de la pantalla y las bocinas. Al darnos cuenta, estamos junto a los Fremen en el inmenso desierto, montamos un gusano gigante de arena y somos testigos de tremendo “duelo a muerte con cuchillos” en un inmenso Coliseo.

Segundas partes son mejores

La cinta arranca justo donde terminó la anterior. Tras la caída de su Casa, Paul Atreides (Timothée Chalamet) y su mamá, la psíquica y miembro de la Hermandad Bene Gesserit, Jessica (Rebecca Ferguson) se unen a la tribu de los Fremen (nativos rebeldes de Arrakis). Paul entrenará el manejo de daga y montada de Shai-Hulud (gusanos de arena). Se pondrá de novio con la guerrera Chani (Zendaya) y comandará a los Fremen en su lucha contra los Harkonnen, asesinos de los Atreides e invasores de Arrakis.

Por su parte, Jessica sustituirá a la chamana en turno mediante un viaje psicotrópico. Allí descubre no solo que está embarazada sino que su bebé, Alia, puede hablarle desde el útero. En su nuevo rol, se dedicará a convencer a los Fremen de que su chamaco es el Mesías Lisan Al Gaib por tantos años esperado.

Mientras tanto, en su planeta, el perverso Barón Vladimir Harkonnen (Stellan Skarsgård) pone a prueba a su sobrino, el sociópata masoquista Feyd Rautha (Austin Butler). Este, tras asesinar al último Atreides, preña a la Bene Gesserit Lady Margot (Léa Seydoux) y es nombrado nuevo emperador de Arrakis. Sustituye entonces a su inepto primo Rabban (Dave Bautista), quien se ve arrinconado por los ataques del re-nombrado Paul Muad’Dib Atreides y sus secuaces. Entre estos se encuentran el reencontrado guerrero trovador Gurney (Josh Brolin) y el fanatizado líder fremen, Stilgar (Javier Bardem). 

Finalmente, en el planeta Kaitain, la hija del Emperador Shaddam IV (Christopher Walken), Irulan (Florence Pugh), es influenciada por la Decidora de la Verdad y Alto Mando de las Benne Gesserit (Charlote Rampling). Ata cabos sobre su historia familiar, las tensiones políticas en el Universo y el plan de las Bene Gesserit para controlar la sucesión de las Grandes Casas hasta engendrar a su propia figura mesiánica, el mentado Kwizat Haderach.

Estos bloques narrativos se abordan como una larga introducción de situaciones, ambientes y personajes con tonos y estilos visuales tan distintos como complementarios. Una vez planteados, la trama avanza sin frenos. Mediante secuencias memorables llevan al espectador por un viaje sensorial que lo conmueve, lo arrebata y lo suelta en su punto de mayor tensión. 

Villeneuve tiene la Especia

Algo que ha caracterizado a Villeneuve es su capacidad de adaptar textos de terceros y crear con base en ellos mundos muy particulares. Se aleja de lugares comunes en cada género y construye una estética propia basada en diseños meticulosos, audios envolventes y juegos de montaje. Lo hizo con Incendies, basada en la obra de teatro de Wajdi Mouawad. También en Enemy, basada en un libro de José Saramago. O bien en La Llegada, basada en un cuento de Ted Chiang; incluso en Blade Runner 2046, secuela de la ochentera cinta de Ridley Scott. 

En Duna: Parte dos, Villeneuve usa los recursos a su disposición para dar relieve a un relato que hasta ahora se pensaba inadaptable. No solo por el pobre recibimiento de la versión de 1984 a manos de David Lynch, sino por el titánico e inacabado proyecto que Alejandro Jodorowsky concibió a mediados de los años 70 (y del cual tomarían inspiración proyectos como Star Wars o Alien). No es poco el mérito de Villeneuve, ya que consigue un producto que conjuga espectáculo, dominio técnico y cine de autor. 

Para ello, se vale de la fotografía de Greig Fraser (ganador del Óscar por la primera entrega), quien pasa de los ocres desérticos de Arrakis al blanco y negro de consistencia lechosa del Planeta Harkonnen. Ya sea desde planos generalísimos que exaltan paisajes o formaciones militares; o bien desde primerísimos planos que acentúan gestos y emociones. Para envolver este despliegue visual, Villeneuve recurre de nuevo a la música de Hans Zimmer, cuyas capas electro-sinfónicas se amalgaman con el diseño sonoro de texturas metálicas a cargo de Dave Whitehead. En su conjunto, este equipo ejecuta una sinfonía audiovisual que bien vale dos boletos: uno sencillo y otro en IMAX.

Duna y el camino del… ¿héroe?

Un factor por el que Duna se volvió rentable a pesar de su complejidad, es que reclutó a los actores más jóvenes, guapos y con actuaciones bastantes sólidas en cine y televisión. Chalamet, Zendaya, Butler y Pugh cumplen la chamba a cabalidad. Sorprende Austin Butler como la encarnación del mal y la perversidad, mientras que Zendaya brilla por ser el corazón de una historia plagada de sombras.

Zendaya como Chani en Duna: Parte Dos

Además, el elenco que los respalda está plagado de talentosos actores. Entre ellos destacan Josh Brolin y Javier Bardem, quien se entrega a la fe ciega de Stilgar con un patetismo que resulta cómico. Por su parte, Rebecca Ferguson se vuelve aún más inquietante como madre empecinada en que su hijo se vuelva El Líder que congregue todo poder político, militar y espiritual. 

Y es ahí donde la cinta encuentra su mayor fuerza. No estamos ante la historia tradicional del héroe. Dune fue más allá de las ficciones que inspiró porque Paul, una vez que su visión es clara, se da cuenta que el camino del héroe es de hecho el camino del tirano.

En resumen, Duna: Parte dos merece ser vista no solo para deleite de los sentidos. También porque, gracias al inmenso poder de la maquinaria hollywoodense, una relato fascinante y alucinado sobre cómo se forja la Historia y los líderes vuelve a tomar relevancia. Y sí, se suma a una colección de Segundas Grandes Partes junto a El imperio contraataca o Shrek 2.

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Autor

  • Jorge Luis Martinez

    A los 8 años vi Luces de la ciudad y mi vida quedó marcada por la materia audiovisual. Hoy, edito, dibujo y hago memes en El Deforma. Cuando regreso a la vida, prefiero pintar y cocinar ramen.

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