Desde la colorimetría hasta los aspectos distintivos de sus personajes.
“Creo que la gente me da mucha más importancia de la que tengo”, aseguró Pedro Almodóvar para Cahiers du Cinéma España. Palabras curiosas cuando recordamos que se trata de un cineasta que hace tiempo alcanzó la consolidación absoluta y que más bien roza el estatus de leyenda. Quizás el máximo referente internacional del cine español, una de las voces más celebradas de la industria de habla hispana y un artista que no se cansa de romper fronteras con su talento como demuestra con La habitación de al lado, que pasa a la historia como su primer largometraje angloparlante.
Con este impresionante legado, a nadie sorprende que la obra de Pedro Almodóvar, amada por unos y odiada por otros, sea objeto de estudio, análisis e interpretaciones. Entre las conclusiones más fascinantes están los elementos recurrentes de su filmografía y las incontables lecturas que han suscitado a lo largo de los años.
Celebramos la obra de Pedro Almodóvar con un recuento de los elementos más representativos en la filmografía del director: desde sus continuas inmersiones en la sexualidad hasta sus denominadas chicas Almodóvar.
La chica Almodóvar
Los cambios que se han dado en los últimos años en relación al tratamiento de la figura femenina en el cine han contribuido a que el término caiga un tanto en el desuso, pero no han repercutido en las características de las denominadas chicas Almodóvar. La etiqueta nunca ha sido empleada como un término peyorativo ni mucho menos posesivo, sino que responde a una construcción realizadora que tiende a poner al género femenino en el centro del universo, dotada además de virtudes que se han manifestado por décadas. María Mar Soliño describe a las mujeres del cine almodovariano como “fuertes, luchadoras, autosuficientes, pero sufren mucho y tienen como denominador común que están solas, aunque son plenamente dueñas de su propia soledad”. Cualidades que han pasado de los personajes más icónicos en la filmografía del cineasta, como Pepa (Carmen Maura, Mujeres al borde de un ataque de nervios), a los nuevos clásicos como sería el caso de Raimunda (Penélope Cruz, Volver), para finalmente desembocar en las más recientes exploraciones, como Martha e Ingrid (Tilda Swinton, Julianne Moore, La habitación de a lado). Féminas apasionantes, hipnóticas y libres, que no vacilan en oponerse a lo preestablecido para la construcción de sus propias reglas y que se han convertido en una de las más exquisitas representaciones de toda una generación.
Madrid
Si de musas se trata, hay quien dice que Madrid es la chica Almodóvar definitiva. Una etiqueta que no debe ser tomada con indiferencia, pues la capital española se ha convertido en un elemento tan recurrente dentro de la filmografía del cineasta español que ha terminado por alzarse como un personaje más dentro de muchas de sus historias. Y es que lejos de aprovechar a la urbe como un mero escenario, el realizador ha encontrado su alma a través de sus calles y su gente, que en ambos casos han servido como referencia y fuente de inspiración en la construcción de todo tipo de personajes e historias. O como asegurara el propio Pedro Almodóvar, “siempre he encontrado en esta urbe un paisaje perfecto y una fauna incorrecta e ideal para cada una de mis películas”. La relación empezó a gestarse desde muy temprano en la carrera del realizador, como lo demuestran Pepi, Luci, Bom y otras chicas del montón (1980) y La ley del deseo (1987), y continúa fortaleciéndose hasta nuestros días como lo demuestra Madres paralelas (2021), pasando en el camino de los puntos más representativos a los rincones más ocultos. La historia del cine ha dejado grandes directores que han forjado un vínculo inquebrantable con algunas de las grandes ciudades del mundo, como sería el caso de Woody Allen con Nueva York, Federico Fellini con Roma o Jean Luc Godard con París, ahí junto a todos ellos está Pedro Almodóvar cuya visión ha sido clave para la inmortalización de Madrid en la pantalla.
Lo metanarrativo
El carácter altamente metanarrativo del cine puede atribuirse a su combinación de elementos visuales, sonoros y narrativos, pero el que realmente se haya potenciado se debe a los incontables cineastas a través de los tiempos que han sabido aprovechar estas características para llevar al arte dentro del arte. Pedro Almodóvar ha demostrado ser un eterno enamorado de esta práctica, con producciones que aluden a todo tipo de artes como la pintura, la música, el teatro y por supuesto el cine. La fascinación del director puede apreciarse en todo tipo de referencias, pero también se extiende por muchas otras ramificaciones como las pasiones, profesiones y obsesiones de sus personajes, y que invariablemente repercuten en distintos puntos de la trama. El ejemplo por excelencia es la fijación que Esteban (Eloy Azorín) manifiesta por el teatro y por la actriz Huma Rojo (Marisa Paredes) en Todo sobre mi madre, y que funge como detonante de la tragedia. Destaca también que las exploraciones ofrecidas por el realizador no se limitan a lo clásico, sino que incluyen muchos otros rostros como el tradicional, el pop, el urbano e incluso el polémico como sería el caso de la tauromaquia plasmada en títulos como Hable con ella.
La sexualidad
Pedro Almodóvar es más que un gran director. Es todo un referente de la movida, movimiento contracultural surgido en los primeros años de la transición de la España posfranquista. Se extendió por todas las expresiones culturales como el cine, la música y la literatura, coincidiendo además con una serie de sucesos sociopolíticos como la legalización de los anticonceptivos, la despenalización de la homosexualidad y el establecimiento de una sociedad laica. Esta combinación propició una franca liberación sexual que se manifestó de lleno en la obra de numerosos cineastas entre los que sobresale la figura de Pedro Almodóvar, que la abrazó como uno de sus rasgos más icónicos. Si esto ha sido posible es por su destreza para plasmarla desde los más distintos ángulos: del inocente despertar sexual (Dolor y gloria) a la más feroz profanación (Átame; La mala educación); de las representaciones elegantes (Hable con ella) a las pasiones meramente carnales (Carne trémula); de la heterosexualidad (Mujeres al borde de un ataque de nervios) a la homosexualidad (La ley del deseo). Si todas y cada una de estas visiones han triunfado es por la honestidad con las que han sido abordadas, dejando siempre muy en claro que el sexo es una parte imprescindible de la naturaleza humana.
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La madre
“Mi madre ha impregnado e inspirado casi todas las películas que he hecho”, admitió Pedro Almodóvar en 2023 durante la recepción de su Premio Feroz de Honor. Palabras conmovedoras, pero que se quedan cortas ante el impacto que esta figura ha tenido en la carrera del cineasta, que ha aprovechado cada oportunidad para compartir toda clase de detalles, recuerdos y anécdotas. Desde la inspiración que le representó para la creación de algunos de sus títulos y personajes más icónicos hasta los momentos célebres que acumuló en muchos de sus rodajes. ¡Incluso varias de sus actrices acumularon gratísimos recuerdos con ella! La importancia de la madre en la filmografía del español puede apreciarse en filmes como Todo sobre mi madre (1999), Volver (2006), Madres paralelas (2021), y muy especialmente Dolor y gloria (2019), el título más personal en toda su trayectoria y en él compartió con el mundo el impacto que esta figura tuvo en su vida y su obra.
El rojo
El color es un elemento tremendamente poderoso dentro de las artes visuales, capaz de fortalecer o incluso generar por sí solo las más diversas sensaciones. En el caso del cine, hay directores que lo usan con sutileza, temerosos de que pueda convertirse en un distractor; otros lo hacen con descaro para sacar su máximo potencial, como es el caso de Pedro Almodóvar. “Cuando invento un personaje, lo veo como una madre ve a su hijo”, confesó el cineasta a la revista Cahiers du Cinema. “Y elijo la ropa, colores, al igual que un pintor, para evocar una emoción […]. En mis películas, los colores, ya sea paredes o ropa, todos tienen para mí un significado dramático preciso”. Basta con rememorar su filmografía para recordar su marcada predilección por el rojo que puede verse en los incontables vestuarios de sus personajes –del vestido de Marina (Victoria Abril, Átame) a la blusa de Julieta (Emma Suárez, Julieta)–, en sus afiches más icónicos –Tacones lejanos, Carne trémula y Los abrazos rotos, por nombrar algunos– y en algunas de sus cuadros más icónicos –la inolvidable secuencia en la que Manuela (Cecilia Roth, Todo sobre mi madre) ver morir a su hijo. Su elección no es casualidad, pues se trata de un color que maximiza las sensaciones más extremas. “El rojo es el color de lo exagerado, lo extremo, la muerte, la pasión, el fuego, el deseo, los labios de mujer”, explicó el director en su momento. “Es también el color del dolor, y de la locura. Y según la cultura china es el color de los condenados a muerte. Con lo cual es como decir que es el color de lo humano”.
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