Desde su paso por el Festival de Cine de Cannes (en 2022), Joyland: La tierra de los sueños no ha cosechado otra cosa que no sean elogios. Este drama pakistaní, tras participar en numerosos festivales, llega a Sala de Arte Cinépolis® para contarnos una historia de miedo, aceptación, hartazgo y, ante todo, amor. ¿Quieres ver no sólo un relato emocionante, sino también que te deje pensando? A continuación, te contamos por qué no debes perderte la película.
¿De qué trata Joyland: La tierra de los sueños?
La historia se sitía en el Pakistán de nuestros días. Mientras la patriarcal familia Rana espera el nacimiento de un niño para continuar con el linaje familiar, Haider, el hijo más joven, se une en secreto a un grupo de danza erótica y se enamora de Biba, una ambiciosa y joven estrella trans. Poco a poco, su imposible historia de amor despertará los deseos sexuales de todos.
¿Por qué vale la pena verla?
Un debut inspirador
Esta es la ópera prima de Saim Sadiq, y desde su puesta en escena hasta la forma en que cuenta la historia, se nota que hay un gran talento tras las cámaras. Joyland: La tierra de los sueños tomó varios años para realizarse y llegar a los cines por primera vez, pero el cineasta tomó las riendas y lo apostó todo en aras de contar una historia auténtica, con digna representación y demoledores mensajes. Cuando la cinta estuvo lista para ser proyectada, hubo numerosas censuras y comentarios en contra, pero eso no detuvo a Sadiq; le enseñó lo que significaba crear arte.
“Siento algo muy fuerte por ciertas cosas, pero nunca quise hablar de ellas públicamente, salvo a través de mis películas. Sólo quiero ser una persona tranquila en la vida. Pero he aprendido que no hay espacio para ser una persona tranquila. Si quieres permanecer callado, otros hablarán con más fuerza”, dijo a The Hollywood Reporter en 2022.
Al final, la historia de Haider y Biba se convirtió en la representante de Pakistán para competir por el Oscar a la Mejor película internacional. Aun con censura, intentos de boicot y rechazo, fue la primera producción de aquel país en llegar a la shortlist de finalistas.
Su gran estilo visual
Aunque se trata de un drama, esta producción cuenta con valores de producción muy interesantes. Desde los primeros minutos vemos un Pakistán diferente al que se nos ha presentado en otros materiales audiovisuales, y de inmediato nos adentramos en la dinámica de sus familias. El hogar de los Rana, el teatro donde sucede gran parte de la trama, e incluso las calles (durante la noche) nos brindan colores, texturas y hablan de todo lo que los personajes tienen miedo. Incluso las azoteas se vuelven un gran elemento del relato. También hay un gran uso de luces y sombras, que refuerzan la historia de amor entre Haider y Biba, pero también enaltecen sus secretos y miedos. En más de una escena, Joyland nos recuerda que, incluso en la más profunda oscuridad, una pequeña luz puede cambiarlo todo.
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Temas tan vigentes como dolorosos
Que no los asuste saber que la película se desarrolla sólo en Pakistán. El viaje de Haider, y todo lo que sucede con los miembros de su familia es algo con lo que seguramente se identificarán. Saim Sadiq presenta un patriarcado que fácilmente se puede ver en cualquier parte del mundo, y las ideas que han marcado a múltiples generaciones. El guion no tiene miedo de evidenciar el rol de la mujer en una familia así, y lo lleva hasta sus últimas consecuencias. Así como las imágenes nos dejan ver un contraste, la historia va del amor a la infelicidad, y de la frustración al machismo. Si bien, algunos territorios han avanzado en lo que respecta a leyes y el reconocimiento de las identidades de género, en Joyland también vemos las burlas, los rechazos y prejuicios hacia una mujer como Biba. Su representación de temas cotidianos sin ninguna manipulación emocional hace que todo sea más poderoso.
Gran representación trans
Ante la polémica que recientes títulos han generado por su mala representación de la diversidad sexual, es refrescante ver una película como esta. El director ha reconocido que las personas trans no se esconden en calles de Pakistán, y pueden ser vistas en las callas, centros comerciales o cualquier lugar. Las muestras de rechazo en su contra también son evidentes, e inspiraron a Sadiq – desde niño – para pensar en lo que vivía día con día la comunidad trans.
Cuando comenzó la preparación de su primer largometraje, el cineasta recurrió a largas conversaciones con mujeres trans para saber sus experiencias, y qué significaba el amor en su vida. Fue así como conoció a Alina Khan, quien protagonizaría un cortometraje suyo, y después se convertiría en la enigmática Biba. Khan, primera persona trans con un rol protagónico en un título pakistaní, se roba la película. Muestra que detrás de la seguridad también puede haber un infierno cada vez más grande. Su actuación y la química con Ali Junejo (Haider) hacen que el amor “prohibido” de sus personajes se sienta completamente natural.
Digna de reflexión
Al correr los créditos finales, es inevitable que lleguen las reflexiones. Partiendo de un melodrama, y personajes compuestos por convenciones sociales, Joyland nos hace cuestionarnos dónde está esa verdadera “tierra de los sueños”. Para Haider, Biba es lo más cercano que tiene para sentirse él mismo. En cambio, ella busca un lugar para plasmar su arte, sentirse por fin libre y, quizá, encontrar el amor. Haider le ayuda en ese camino, pero ambos viven en un entorno dominado por la asfixia (tanto social como autoimpuesta). Con problemas que crecen al paso de los segundos, personajes atados a lo que espera la sociedad (como la esposa del protagonista), y un amor buscando echar raíces, queda claro que no todos saldrán bien librados. De la pasión al compromiso, y de la frustración a la furia, Joyland: La tierra de los sueños es un ejercicio cinematográfico digno no sólo de ver, sino de sentir.
La película ya se encuentra disponible en Sala de Arte Cinépolis®.
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