Muchos están llenos de experiencias que les cambiaron la vida.
El 11 de agosto de 2014, el mundo entero quedó en shock con la muerte de Robin Williams. Su muerte, a causa de suicidio, se convirtió en una de las más comentadas, pues nadie imaginaba que detrás de esa gran sonrisa y un talento único para la comedia, hubiera grandes problemas. La partida de este actor, que participó en Aladdín, La sociedad de los poetas muertos y En busca del destino, dejó a millones muy tristes. A una década del trágico acontecimiento, amigos y colegas recordaron a Williams y todo lo que les dejó como experiencia.
Uno de los primeros programas de televisión en abrirle las puertas fue Laugh In en 1977. El productor George Schlatter vio carisma en él, y muchos aspectos que le ganarían un lugar en las pantallas.
“Me divertí con Robin Williams porque intelectualmente estaba más informado, tenía más historia, más conocimiento y más vocabulario que nadie”, dijo a PEOPLE. “Una discusión con Robin fue emocionante porque nunca sabías a dónde iba a llegar porque él tenía mucha información. Ese cerebro estaba lleno de información. Era más que un artista. Fue una experiencia”.
El comediante y actor Pauly Shore también conoció al actor en sus primeros momentos dentro de la industria, específicamente cuando participaba en The Comedy Store, de Los Ángeles. Vio desarrollar su habilidad para la comedia, y entender el timing de esta desde sus años más jóvenes. Por ello no se sorprendió cuando alcanzó la fama mundial.
“El tipo era especial. Definitivamente rompieron el molde cuando lo crearon. Basta con mirar imágenes antiguas: incluso cualquiera puede dar fe de que él era simplemente único y que sus habilidades de improvisación combinadas con el monólogo eran simplemente otro nivel”.
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Ben Stiller, que trabajó con él en la franquicia Una noche en el museo, también tuvo grandes palabras para expresarse del actor. Su primer encuentro, de hecho, se remonta a muchos años antes:
“Estaba con mis padres en el Improv Comedy Club de Los Ángeles. Era un niño en este lugar para adultos, en el apogeo de Mork & Mindy. Entonces me susurró al oído: “Quédate cerca de tu madre. Estarás a salvo”. Por supuesto que estaba enloqueciendo. Trabajar con él años después fue un sueño de infancia hecho realidad”, dijo a Vanity Fair.
Christine Baranski, que trabajó con él en La jaula de las locas, recordó cómo era trabajar con él, y también verlo mientras aprendía todo el talento que poseía.
“Me lo cruzaba en los salones de Juilliard. Recuerdo que uno de mis compañeros de clase dijo: “¿Has visto a este niño? Actúa frente al Museo Metropolitano. Es absolutamente extraordinario”. Ese era Robin Williams, a mediados de los años 70”.
Robert De Niro, que trabajó con él en los primeros años de su carrera, afirma que era un hombre muy educado. Compartieron escenas complicadas, y Williams siempre se mostró atento a las necesidades de sus compañeros, y a su estabilidad emocional. Alguna vez, De Niro tuvo un ligero accidente, y su colega no dejó de preocuparse por su estado de salud.
“Cuando era niño, me rompieron la nariz. Robin y yo tuvimos una escena en la que estábamos luchando [físicamente] y su mano o codo se soltó y me golpeó la nariz. Fui a ver a un médico. Lo que en realidad hizo fue devolverla a la forma en que debería haber sido. La realineó. [Risas.] Pero se sintió terrible. Le dije: ´No, no, no, hiciste algo increíble´”.
Tras la muerte del galardonado actor, se supo que tenía numerosas enfermedades, las cuales mermarían su estilo de vida con el paso de los años. Poco antes de su muerte fue diagnosticado con Parkinson, y tras una autopsia, se supo que también tenía demencia con cuerpos de Lewy, una enfermedad que ocasiona alteraciones en el pensamiento, la conducta y el movimiento. Susan Schneider Williams admite que, en cierto modo, su esposo tenía miedo de padecer algo así, y agradece que nunca lo haya sabido.
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