Platicamos con la directora Luciana Kaplan sobre su nuevo largometraje documental, sobre las condiciones en las que laboran las mujeres dedicadas a la limpieza de la CDMX.
Todos los días están allí, pero no las notamos… o no las queremos notar. Limpian butacas de cine, paradas de autobús, estaciones de metro y baños y pasillos de cualquier aeropuerto. Por ello, la cineasta Luciana Kaplan decidió filmar un documental sobre las historias de esas mujeres que limpian los espacios públicos de la Ciudad de México, mostrando la precariedad de sus condiciones laborales y la invisibilidad de su trabajo. Su documental, Tratado de invisibilidad, es una narración coral de estas historias y se estrenó en el Festival Internacional de Cine de Guadalajara, (FICG), donde compite por el premio Mezcal a mejor película mexicana.
Luciana Kaplan es directora de cine, promotora y docente enfocada en el cine documental. Tratado de invisibilidad es su cuarto largometraje, luego de La revolución de los alcatraces (2012), Rush Hour (2017) y La vocera (2020). Como dato: Rush Hour se estrenó en 2017, un año donde cinco documentales rebasaron medio millón de pesos en taquilla. Junto con Rush Hour, estos fueron La libertad del diablo, Hasta los dientes, Chabela Vargas y Chivas: La película. La meta se repitió en 2018 y 2019, pero tras la pandemia no volvió a suceder. Más aún: los documentales, en el mejor de los casos, ahora solo alcanzan $100 mil pesos en taquilla.
¿Cómo recuperar esas audiencias perdidas para el documental? ¿Por qué visibilizar estas historias? De eso y más hablamos con Luciana Kaplan en el marco del estreno de Tratado de Invisibilidad en el FICG.
P&N: En Tratado de invisibilidad combinas documental foto fija e incluso ficción, donde incluso trabajaste con actores [al estilo de Una película de policías]. ¿Por qué conjugar estos tres lenguajes con fotografía en blanco y negro?
Cuando te acercas con cámara a un tema así es complicado, pues los empleadores no dejan hablar a las empleadas. Había que buscar otros dispositivos visuales desde donde pudiera darse esa atmósfera, no únicamente información, sino esa idea de reflexión, de soledad. Había que crear los mundos donde viven.
Por eso el blanco y negro. Quería dar la idea de “entrar” a una realidad que está al lado de nosotros, pero no la vemos… o “la borramos”, porque no la queremos ver, porque nos parece que el trabajo de limpia es algo sucio. Quería reflejar el sentimiento de invisibilidad de estas mujeres.
P&N: La película muestra la precariedad y el abuso laboral de mundo donde la subcontratación manda. Pero también es un reflejo de las soledades que viven, día a día, estas mujeres y de cómo tejen redes de solidaridad.
En la película queda claro: generar redes de apoyo, frentes comunes, maneras de apoyarse, a veces es la única manera de sobrevivir. Porque su precariedad laboral es un acto violento. Ante eso, ¿cómo se defienden? Tejiendo redes y acompañándose, tratando de luchar contra eso desde donde se puede.
P&N: Una vez más haces mancuerna con Gabriel Sierra en la fotografía. ¿Cómo logras que, como espectadores, rápidamente perdemos la idea de que hay un equipo de filmación?
Esto es algo que siempre intento hacer. Me interesa la intimidad, pues estamos creando una relación con el otro. Y no es solo la presencia de la cámara, porque uno puede tener la cámara más pequeña, y si no se establece una buena relación, no hay intimidad ni cercanía, y eso se nota.
El vínculo se crea al mostrar interés genuino hacia la otra persona y lo que le sucede. Siempre trabajo con crews chicos porque es más fácil moverse y llegar hasta el punto donde se siente que no existe la cámara.
P&N: ¿Cuántas personas conforman tu equipo de filmación?
En mi equipo somos director, fotógrafo, sonidista, una persona de producción, y un chofer que nos ayuda. En algunos momentos había actrices, pero eran dos personas más. En contraste, en una película de ficción hay cientos de personas.
P&N: Además de la dirección, has dedicado parte de tu tiempo a la promoción y docencia del cine documental. ¿Cómo podemos formar audiencias para el documental? ¿Cómo lograr que se vea en más espacios?
Siento que no necesariamente el cine documental debe buscar a las salas comerciales. Pensemos en otros tipos de distribución, porque hay un público que no tiene acceso a ningún tipo de cine o de actividad cultural.
Se deben generar espacios más allá de las cinetecas donde –por cierto— siempre le van bien a nuestras películas. Debemos imaginar otras maneras de distribución. No solo pensar en el público urbano; este es un país muy grande. A lo mejor haces una presentación al aire libre, y aunque ganes menos, lo vieron 500 personas.
También se debe exigir un apoyo para el cine mexicano, el cual nunca ha existido porque el Tratado de Libre Comercio, ahora T-MEC, complica pensar en nuevos espacios y audiencias.
De Wim Wenders a Lilia Avilés
Días perfectos, de Wim Wenders, visibilizó –pero sin romantizar—el día a día de un hombre dedicado a la limpieza de espacios públicos. En específico, los baños de Tokio, Japón. Ese es, para muchos, el referente más inmediato –claro, guardando toda distancia, pues las circunstancias son muy distintas— del cine abordando estos oficios. En la realidad mexicana, existen al menos un par de ficciones que retratan esta realidad: Workers (José Luis Valle, 2013) y La camarista (Lilia Avilés, 2018).
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