El resplandor de Stanley Kubrick es uno de los grandes clásicos de todos los tiempos, pero ni siquiera esta condición ha salvado a la película de una polémica recurrente desde su estreno en 1980: el rechazo de Stephen King, autor de la novela original. El escritor ha explicado en varias ocasiones que su malestar radica en las libertades creativas tomadas, pues “una de las cosas que permite la relación de los lectores con mis libros es la calidez […]. El resplandor de Kubrick es muy, muy fría. Estamos viendo a estas personas, pero son como hormigas en su hormiguero, nunca hacen nada interesante, son como pequeños insectos […]. No se siente una inversión emocional en la familia”.
La controversia aumentó con el libro de Doctor Sueño, secuela publicada 36 años después de la novela original. La historia se olvida -casi- por completo de los horrores del Overlook para centrarse en un Danny Torrance adulto, quien deberá enfrentar sus demonios personales para ayudar a una niña con una habilidad muy parecida a la suya y que es perseguida por un tiránico grupo que se alimenta de estos poderes desde tiempos inmemoriales.
A pesar de las altas expectativas, el texto pasó con más penas que glorias al ser considerado una continuación innecesaria. Una ironía, pues el propio King explica en la nota del autor que la idea surgió de su necesidad, así como la de varios lectores que así se lo manifestaron a través de los años, de conocer el destino de Danny, de cuestionarse qué habría pasado si su padre hubiera tratado su alcoholismo y de descubrir cómo afectó esta adicción al pequeño. “Fue en ese momento cuando Doctor Sueño se hizo inevitable”, confiesa el autor. “Tenía que saber”.
Igual que todos. La adaptación al cine también era inevitable.
Los monstruos son reales
La crítica más común contra Doctor Sueño es que nunca emula los horrores de El resplandor, una falta grave para quien es considerado el mayor exponente del terror literario contemporáneo. Sin embargo, aquellos más familiarizados con su obra saben que el norteamericano no se ganó esta etiqueta sólo por su capacidad para imaginar las situaciones más perturbadoras, sino por su atinada comprensión de la naturaleza humana, capaz de lo peor, pero también de lo mejor. Una dualidad especialmente palpable en obras como Eso, El misterio de Salem’s Lot o Buick 8, con sus respectivos protagonistas enfrentando al mal con la pureza como su mejor arma.
El caso de El resplandor es distinto, pues es una de sus pocas obras donde la balanza se siente desequilibrada hacia el mal, con la frágil familia Torrance que poco puede hacer para enfrentar la amenaza del Overlook. Ni siquiera el poderoso Danny, cuya mínima comprensión de sus habilidades no le serán de gran ayuda al momento de enfrentarse con el hotel maldito, sus incontables fantasmas y su poseso padre, cuyos males incrementan con la corrupción del lugar. O como lo describiera el misterioso Tony en el propio texto, “[un] lugar inhumano [que] hace monstruos humanos”.
Y aun así el bien sale avante, en un final agridulce donde Jack tiene un pequeño momento de cordura que permite el escape de su familia y la destrucción del sitio. Uno de los desenlaces más destacados en la obra de King, pero que se ha perdido en el tiempo porque Kubrick decidió cambiarlo para la adaptación cinematográfica, donde la supervivencia del pequeño y su madre sólo se concreta por los factores climáticos del área. Más grave aún es que mientras el padre pierde la vida, el hotel permanece, así como los males que alberga.
Recordarás lo que fue olvidado
“Quizá puedas guardar las cosas del Overlook en cajas de seguridad”, explica Dick Hallorann a un adulto, pero aún confundido Dan Torrance en Doctor Sueño, “pero no los recuerdos. Ésos nunca. Son los verdaderos fantasmas”. Una premisa inquietante, pero que ayuda a comprender las razones por las que Stephen King debía retomar al personaje más de tres décadas después, aun cuando esto implicara enfrentarse a los viejos demonios de la adaptación.
Y es que la secuela no sólo nació para conocer el destino de Dan, sino para asegurarse que estaba bien. Nada sorpresivo para un autor cuya perturbadora obra está saturada de niños que simbolizan la inocencia en un mundo decadente. Algunos se pierden en el camino, no por su incapacidad para mantener la condición, sino porque la corrupción del mundo termina devorándolos. Sólo aquéllos que logran mantener la entereza logran convertirse en los mayores enemigos del mal. Con un pasado tortuoso y una peculiar capacidad extrasensorial, por un lado, pero el amor incondicional de su madre por el otro, la moneda del menor de los Torrance permaneció en el aire por más de 35 años.
Esta exploración también da una nueva oportunidad para nivelar la balanza tras el agridulce desenlace de El resplandor. Esto porque las paredes del Overlook fueron destruidas, mas no sus fantasmas que se vieron beneficiados por una nueva adición que irónicamente representó una dura pérdida para los Torrance. La continuación coloca a Dan en un punto de partida similar al de Jack, y de este modo ante la posibilidad de repetir sus errores o de reencontrar el camino como guía de una niña necesitada. Una historia que abre las posibilidades a un exorcismo contra los demonios del pasado, a la redención simbólica del padre, y concluir la eterna lucha del bien contra el mal.
Finalmente, la reconciliación entre King y Kubrick, dos de las mayores fuerzas creativas de su tiempo, cuyas obras homónimas sólo parecen haber encontrado la unión con la secuela impresa, pero sobre todo con su adaptación. Así lo confesó el autor al describirla a Entertainment Weekly como una película que “suelda perfectamente la versión de Kubrick de El resplandor […]. Todo lo que alguna vez me molestó fue redimido para mí”.
Doctor Sueño podrá ser descrita de muchas formas, pero nunca como innecesaria. Todo lo contrario, quizá nadie la esperó o incluso la pidió, pero sólo su llegada pudo completar una historia perfecta pero inconclusa y con ello zanjar una polémica que parecía no tener fin. Tuvieron que pasar más de 35 años, pero el círculo se ha cerrado. Los fantasmas han quedado atrás.