El director ganador del Oscar reveló que, en sus inicios, los festivales de cine le parecían inalcanzables.
Antes de convertirse en una figura emblemática de la industria del cine a nivel internacional, Alfonso Cuarón llegó a sentirse pequeño cuando presentó su primer largometraje, Solo con tu pareja, en el Festival Internacional de Cine de Toronto (TIFF) en 1991. Ahora, 33 años después, el primer festival que le abrió las puertas, lo convierte en uno de los invitados principales para compartir los aprendizajes de su larga trayectoria en una conferencia dirigida principalmente a la industria y prensa cinematográfica.
Desde joven, Cuarón estaba rodeado de influencias cinematográficas. Su padre era un gran amante del cine, y él creció viendo películas clásicas y de autor. Esta exposición temprana al cine ayudó a formar su pasión por el cine y lo llevó a cumplir su sueño de estudiar en el Centro Universitario de Estudios Cinematográficos (CUEC). Sin embargo, los inicios de su carrera no fueron fáciles, pero le enseñaron a ser valiente, algo que trata de recordar incluso después de convertirse en un director con gran reconocimiento, además de tener la libertad de convertir sus ideas en películas que todo el mundo esperará.
“Tengo que decir que, después de la escuela de cine y esos primeros años, todo va cuesta abajo, pero lo digo en el sentido de que parte de la lucha es recuperar no solo ese sentido de inocencia en el trabajo y esa sensación de asombro, sino también esa valentía. A veces trato de aferrarme a esa emoción cuando siento que estoy debilitándome, esa sensación de cuando tenía 17 años y las razones por las que quería hacer cine, porque esas eran las razones puras y honestas”, cuenta Cuarón durante la conferencia.
TIFF: EL festival que influyó en los inicios de la carrera de Alfonso Cuarón
Para él, los festivales de cine le parecían algo inalcanzable, no solo para mostrar una película, sino siquiera para poder asistir a ellos. Por eso, cuando tenía 16 años y viajaba de mochilazo, sin saberlo, se encontró con el Festival de Cine de Venecia; un lugar que años después pisaría para presentar Roma.
“Recuerdo la primera vez, en febrero, cuando fui a una proyección de gala para presentar mi película. Presentaron al elenco y todo. Estaba tan nervioso que me puse unos pantalones decentes, no mis jeans de siempre. Estaba tan nervioso que tenía las manos en los bolsillos, y cuando me pidieron que posara para una foto, me di cuenta de que los pantalones se veían… un poco ridículos. Me sentí pequeño, pero lo recuerdo con cariño. Presenté mi primera película en el Festival de Cine de Toronto, y ha sido tan generoso conmigo y con tantos cineastas. Es como una plataforma de lanzamiento. Gracias, Toronto”.
La forma en la que el director cuenta estas primeras experiencias deja entrever cómo abraza sus primeros pasos en el cine. Para él, sus primeros proyectos estuvieron llenos de errores, pero incluso ahora, con la oportunidad de corregirlos, prefiere dejarlos tal como están.
“Ahora que finalmente estamos haciendo una remasterización de ‘La princesita’ para presentarla de nuevo, Chivo me llamó y me dijo: ‘Oye, ¿has visto el trabajo que están haciendo?’ Y le respondí: ‘No, no lo he visto’. Y me dijo: ‘Tal vez quieras verlo, porque notarás que hay algunas grúas y algunos dollys que están un poco temblorosos. Ahora podemos arreglarlo con todas las herramientas que tenemos’. Me preguntó qué pensaba, y le respondí: ‘Bueno, no, las cosas deben ser una proyección de lo que éramos en ese momento’. Estoy en contra de las restauraciones donde los cineastas rehacen todo. Un ejemplo es Blade Runner, que sé que la nueva versión es increíble, pero de alguna manera diluye la original, que fue hecha en un momento específico, por una persona específica. Prefiero mantener esos errores como parte del paquete, porque esos errores, de alguna manera, estaban cubiertos de una belleza pura.
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