La animación no es solo para niños.
Resulta curioso pensar que hace apenas unos años era común escuchar que el stop motion estaba en peligro de extinción. El tiempo ha dejado ver que estas aseveraciones no podían estar más equivocadas. Hoy en día, la ancestral técnica atraviesa una auténtica edad de oro gracias al talento de cineastas en todo el mundo que han aprovechado sus virtudes para contar toda clase de historias, destinadas a todos los públicos. Muchas de ellas, no está de más decirlo, dotadas de un carácter autoral que les ha llevado al culto y a la popularidad máxima.
Celebramos este auténtico arte animado rememorando las películas de stop motion que revolucionaron el cine contemporáneo.
Pollitos en fuga (Dir. Peter Lord, Nick Park, 2000)
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Pollitos en fuga marcó la puerta de entrada del stop motion al siglo XXI. Una técnica ancestral que algunos daban por muerta, pero cuyo enorme potencial salió a relucir de la mano de Aardman.
Su estatus de fenómeno puede atribuirse a su estupendo tratamiento de la técnica animada, pero también a la naturaleza desafiante de la producción. Una película que apelaba a las infancias desde el humor y su amigable diseño, pero también a los adultos con sus incontables guiños al Holocausto. El guion, lleno de ironía y sutilezas, selló la internacionalización de Aardman al mostrarlo como un estudio dispuesto a desafiar las convenciones del cine infantil con un enfoque que no temía tratar temas difíciles sin perder su esencia cómica y entrañable.
Una obra maestra cuyo legado ha trascendido más allá del tiempo al confirmar que el stop motion no había muerto. Todo lo contrario, estaba más vivo que nunca. Pollitos en fuga se ha erigido de este modo como un referente de la animación moderna al abrir el camino a una nueva ola de películas que reivindicaron la técnica artesanal, tanto en calidad como en relevancia cultural.
Coraline (Dir. Henry Selick 2009)
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Aunque Henry Selick ya había garantizado su paso a la historia de la animación stop motion con El extraño mundo de Jack, buena parte de su crédito como director se vio opacado por la figura de Tim Burton, quien fungió como creador de la historia. Es por esto que Coraline y la puerta secreta suele ser vista como la película que realmente afianzó el nombre del cineasta entre las audiencias de todo el mundo. Un reconocimiento más que merecido para el responsable del mejor exponente cinematográfico del terror infantil en lo que va del siglo XXI.
La adaptación también marcó un paso decisivo en la filmografía de Laika, al tratarse de su primer largometraje. Un debut de ensueño que garantizó el posicionamiento del estudio estadounidense entre los grandes pilares de la técnica artesanal.
Su historia es bien conocida por todos: una niña cuya nueva casa oculta una puerta a toda clase de placeres que no tardan en convertirse en una pesadilla personificada en la Otra Madre. Un cuento de hadas contemporáneo que, apoyado en su carácter preventivo, ha resultado ser una historia exquisitamente espeluznante y un clásico en toda la extensión del término. Así lo demuestra el éxito cosechado tras su reciente reestreno con motivo de su 15.º aniversario.
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El fantástico señor zorro (Dir. Wes Anderso, 2009)
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La vida acuática con Steve Zissou marcó el primer flirteo de Wes Anderson con el stop motion, pero el romance empezó de manera oficial con El fantástico señor zorro. Después de todo, fue este título el que le valió un lugar en la exclusiva lista de cineastas que han deambulado por los mundos de la acción real y la animación.
Si se ha posicionado entre los títulos más celebrados del autor y entre los mayores clásicos animados de todos los tiempos, se debe, en buena medida, a su disparatada combinación de elementos que sirven como sus pilares fundamentales. Por un lado, la novela homónima de Roald Dahl; por el otro, un elenco de máxima jerarquía encabezado por George Clooney y Meryl Streep; y como toque final, el inconfundible estilo “wesandersoniano” llevado al siempre hipnótico terreno de las marionetas.
Para terminar, es importante recordar que El fantástico señor zorro fue la primera inmersión de Wes Anderson en los terrenos del stop motion, pero para nada fue la última. Posteriormente, volvió a la magia animada con Isla de perros. Un hecho que nos invita a pensar que, eventualmente, lo veremos de vuelta a estos terrenos con una nueva producción.
Mary & Max (Dir. Adam Elliot, 2009)
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Australia se ha ganado un puesto entre las potencias del stop motion contemporáneo de la mano de Adam Elliot, quien alcanzó fama mundial con su brillante labor en Mary & Max.
El cineasta enamoró al mundo con su visión de dos inadaptados aquejados por demonios del pasado que continúan impactando en sus respectivos presentes. Con estos pesares como punto en común, entablan una entrañable relación como amigos por correspondencia, encontrando así consuelo el uno en el otro.
A diferencia de tantas producciones animadas que edulcoran el desencanto, Elliot se decanta por una obra trágica pero muy hermosa. Una construcción tan honesta como anómala y que ha resultado en una de las películas stop motion más queridas de los últimos años. El legado del realizador promete aumentar todavía más con el estupendo paso por la temporada de premios 2024/25 de Memorias de un caracol.
Anomalisa (Dir. Duke Johnson, Charlie Kaufman, 2015)
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Charlie Kaufman ha cimentado una brillante, aunque a veces incomprendida, filmografía en los contrastes entre la realidad y la experiencia onírica. Una experiencia que incluye los guiones de clásicos como Cómo ser John Malkovich, El ladrón de orquídeas y Eterno resplandor de una mente sin recuerdos, además de la dirección de la no menos memorable Nueva York en escena. Un viaje fascinante que ha encontrado uno de sus puntos más memorables en el stop motion con Anomalisa.
El filme parte de los irónicos pesares de un orador motivacional desmotivado por un mundo que le parece cada vez más monótono. Al menos hasta que cruza caminos con una chica que le parece auténtica y diferente, y por la que está dispuesto a sacrificarlo todo, ignorante de que las cosas no siempre son lo que parecen.
Una obra de culto que suscitó incontables debates, muchos de los cuales se mantienen hasta nuestros días. Todos coinciden, eso sí, en que se trata de un filme que exalta la labor artística del stop motion con cada visionado, al tiempo que desafía el estigma de que la animación es sólo para niños.
La vida de Calabacín (Dir. Claude Barras, 2016)
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El amigable diseño de personajes y los coloridos escenarios vistos en La vida de Calabacín podrían hacer pensar que se trata de una película animada de naturaleza infantil. Pero la animación no es sólo para niños, y Claude Barras así lo demuestra con una historia dura pero entrañable y, sobre todo, inolvidable. Una que exige ser disfrutada por públicos de todas las edades.
El filme se centra en Icare, mejor conocido por todos como Calabacín, un pequeño cuyo trágico trasfondo familiar desemboca en un suceso que cambia su vida para siempre. A pesar de la desgracia que rodea las dos etapas de su existencia, el chico mantiene la ilusión, y con ello la del público, de un futuro mejor.
La película afianzó a Claude Barras entre las máximas figuras del stop motion contemporáneo y como uno de los mayores referentes de la animación francoparlante. Como dato curioso, pocos saben que el equipo de guionistas incluyó a la talentosa Céline Sciamma, directora de la multilaurada Retrato de una mujer en llamas.
La casa lobo (Dir. Cristóbal León, Joaquín Cociña, 2019)
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A nadie debería sorprender que la tangibilidad sea vista como una de las mayores virtudes del stop motion. Se trata, después de todo, de una característica fundamental para trasladar la magia de la técnica a un plano más real. Pero, ¿qué pasa cuando esta cualidad es utilizada con fines pesadillescos? La casa lobo es la respuesta perfecta.
El largometraje dirigido por Cristóbal León y Joaquín Cociña asienta sus bases en los encantos del cuento de hadas y los horrores de Colonia Dignidad. La combinación imposible es sellada con un stop motion de tinte experimental que resulta en un filme altamente desafiante, pero imprescindible para todo aquel que se jacte de ser un amante del cine.
Una obra tan cruda como hipnótica que ha posicionado a la dupla andina entre los grandes referentes del stop motion a nivel mundial. Desde ahora les advertimos: su obra puede resultar adictiva.
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Pinocho (Dir. Guillermo del Toro, 2023)
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Nunca sabremos qué habría pasado si Guillermo del Toro hubiera concretado su plan original de incursionar en el largometraje desde la vía animada. Lo que sí nos queda claro es que, tarde o temprano, los caminos del cineasta debían pasar por este arte. Lo hecho por Pinocho deja claro que la espera valió la pena.
Todos conocemos la historia escrita por Carlo Collodi y hemos disfrutado enormemente con su magna adaptación animada a cargo de Walt Disney. Con todo y estos antecedentes, el mexicano encontró la forma de sorprender al público con una obra que combinó la obra clásica con el mito frankensteiniano y con los horrores propios del fascismo para brindar una dura, pero muy necesaria exploración de los peligros de la obediencia ciega. Todo esto, además, en un glorioso stop motion que contó con el Taller del Chucho para su segunda unidad.
Considerada por muchos artistas del gremio como la obra cumbre del stop motion, además de la película que convirtió a Guillermo del Toro en el portavoz de una industria animada que no se ha cansado de clamar que la animación es arte, la animación es cine.
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