El director de Taxi Teherán y No Bears está dispuesto a llegar hasta las últimas consecuencias para garantizar su liberación.
El director Jafar Panahi siempre ha sido profundamente crítico con las autoridades iraníes. Una situación que puede apreciarse en mayor o menor medida en todas y cada una de las películas que integran su filmografía. Sólo era cuestión de tiempo para que esto tuviera graves repercusiones, lo que finalmente sucedió cuando fue detenido al acudir a la prisión de Evin para preguntar por sus compañeros realizadores Mohammad Rasoulof y Mostafa Al-Ahmad, quienes habían sido encarcelados por protestar en sus redes sobre el derrumbe de un edificio que mató a más de 40 personas.
La investigación del realizador reactivó una sentencia de seis años que el director recibió originalmente en 2010 junto con una prohibición de viajar y filmar durante veinte años. El creativo ha permanecido en prisión desde entonces. Por su parte, varios miembros de la comunidad cinematográfica global han protestado abiertamente por lo ocurrido. Una de las manifestaciones más sonadas fue en Venecia, cuando en la conferencia de prensa de No Bears se dejó un asiento vacío que quedó a la espera de su director.
Pero el cineasta detrás de Taxi Teherán y Tres rostros se mantiene fiel a sus convicciones. Por esto se ha declarado en huelga de hambre hasta que se concrete su liberación o suceda lo peor.
“Rechazo comer o beber cualquier alimento y medicamento hasta que sea liberado. Permaneceré en en este estado hasta que quizás mi cuerpo sin vida sea liberado de prisión”, aseguró Jafar Panahi en una carta entregada a sus familiares, publicada en redes sociales y rescatada por IndieWire.
Por irónico que parezca, el arresto no sólo ha fracasado en silenciar al creativo, sino que ha contribuido a que su voz resuene con más fuerza. Lejos de mostrarse intimidado, Jafar Panahi ahora se manifiesta contra el trato inhumano exhibido en Evin, alegando además que las autoridades lo han convertido en un auténtico rehén.
En la teoría, esto sería una gran presión para muchos gobiernos. No es el caso de Irán, que no ha vacilado en arrestar e incluso ejecutar a todos aquellos que considera una amenaza para su régimen.
