El actor convertido en director está decidido a revolucionar la franquicia desde sus cimientos.
Rocky, ahora extendida en Creed, es una franquicia sumamente exitosa, pero también una increíblemente longeva. Hablamos de nueve películas. Todas ellas centradas en la lucha de sus respectivos personajes titulares dentro y fuera del ring. Para mantenerse vigentes, las tramas han tenido que actualizar los conflictos internos, pero nunca, absolutamente nunca, podrán evitar los combates. Algo que representa todo un reto estilístico para los directores en turno.
En Creed III, el desafío queda en manos del mismísimo Michael B. Jordan, quien además de regresar como el protagonista, debuta como director. Un reto mayor en muchos sentidos, incluyendo el pugilístico. ¿Cómo afrontarlo? Con una auténtica revolución visual inspirada de lleno en el anime [vía].
“Fue una bendición y una maldición. Ha habido otras ocho películas antes que yo. Puedes filmar un combate de boxeo de muchas maneras diferentes. Creo que como me arrinconaron, me obligó a ser más creativo y realmente encontrar cómo pensar fuera de la caja, cómo hacer que las peleas sean diferentes. Así que filmamos todas las peleas en IMAX. Y también, tuve una gran influencia del animé en muchas de mis peleas. Soy un nerd del anime”.
La innovación era tan difícil como necesaria. El boxeo ha sido llevado al cine en incontables en ocasiones a lo largo de la historia del cine. Todos sabemos la fórmula: la exploración de los primeros rounds para mostrar lo parejo de los enfrentamientos, un aumento en la intensidad desde la edición, lo que incluye muestras de sudor, sangre y acercamientos de los golpes más poderosos, y sin olvidarnos de las pausas en las que sangran el párpado de uno de los contendientes. Y para terminar, un último round que nos lleva a la gloria y la inmortalidad.
En el caso de Creed III, la inspiración recae en el anime Hajime no Ippo creado por Jyoji Morikawa, que se decanta por el dramatismo desde la cámara lenta y las reflexiones en off en medio de los golpes. Una apuesta arriesgada y rompedora que seguramente generará debate entre los amantes del cine deportivo, pero que podría ser sumamente refrescante para esta película, la franquicia y todo el subgénero boxístico.
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