Una cinta donde las mujeres indígenas y la política son los ejes centrales.
Chicharras, la nueva película de la directora oaxaqueña Luna Marán, se estrenará en el Festival Internacional de Cine de Morelia (FICM) 2024. Se trata de una de las nueve películas mexicanas en competencia, por lo que su visionado es de especial relevancia.
Este largometraje, filmado en Guelatao de Juárez, Oaxaca, explora la vida en San Pablo Begú, una comunidad zapoteca que se enfrenta a una decisión crucial: aceptar o no un proyecto carretero que cambiará su futuro.
En el centro de esta trama, dos mujeres, Yuli, la Topila, y la Regidora de Hacienda, se convierten en figuras clave de la discusión. Revelando la participación política de las mujeres en los pueblos indígenas.
La película, hablada en zapoteco y español, retrata la complejidad de la organización comunal. Donde los habitantes de la comunidad, de manera rotativa y honoraria, asumen las responsabilidades de autogobierno. Este sistema de comunalidad es uno de los ejes centrales de la historia. Uno que refleja las formas de vida tradicionales y las luchas por la defensa del territorio.
Luna Marán logra un balance entre el drama y la comedia. Muestra no sólo los conflictos, sino también los momentos cotidianos y de humor que se viven en la comunidad.
Una película comunitaria
Desde su concepción, Chicharras fue pensada como un proyecto que involucrara a la comunidad. La directora y su equipo realizaron un trabajo profundo de diálogo con los habitantes de Guelatao durante dos años, antes y durante el rodaje. La Asamblea de Comuneros dio luz verde a la producción, y la comunidad no sólo participó en la filmación, sino que también aportó recursos en especie, como espacios, equipo y maquinaria. De esta manera, el rodaje de Chicharras se convirtió en un verdadero esfuerzo colectivo, uniendo a cineastas, actores debutantes y músicos locales.
Luna Marán ha comentado que la película, que comenzó a gestarse en 2019, pasó por varias transformaciones durante la pandemia. Lo que la llevó a replantear la estructura narrativa, convirtiéndola en una obra coral, donde múltiples voces y perspectivas enriquecen el relato. A lo largo de la película, los personajes comparten sus opiniones sobre el proyecto carretero en diversos espacios. Como la asamblea, el hogar, el tianguis y la cantina, reflejando la pluralidad de voces que existe en la toma de decisiones comunitarias.
El poder de la música y la fotografía
Uno de los aspectos más destacados de Chicharras es su banda sonora, compuesta por la Banda Filarmónica Municipal Infantil y Juvenil Yela-Too, la Trova Serrana, y músicos zapotecos, mixes, mixtecos y triquis. La música en la Sierra Norte de Oaxaca tiene un papel fundamental en la vida de la comunidad, y Luna Marán decidió honrar esta tradición al incluir composiciones originales de artistas locales, como Fernando Sandoval, cuyas piezas logran capturar las emociones de los personajes y los paisajes.
Por otro lado, la propuesta visual, a cargo de la cinefotógrafa Casandra Casasola, resalta la belleza de la Sierra Juárez y los vibrantes colores de las comunidades oaxaqueñas. Casasola menciona que, en muchas representaciones cinematográficas de estas regiones, los colores suelen ser apagados, lo que distorsiona la realidad. En Chicharras, en cambio, se optó por destacar los tonos verdes de los paisajes y los colores brillantes de las casas, logrando un equilibrio entre la fotografía documental y la recreación.
Un cine de comunalidad
Chicharras no sólo es un ejercicio cinematográfico, sino también un acto de resistencia y visibilidad para las comunidades indígenas. Marán, que ha trabajado por años en proyectos comunitarios, como el Campamento Audiovisual Itinerante, sigue apostando por un cine que refleja las realidades y luchas de los pueblos originarios de México. A través de esta película, la directora invita al público a reflexionar sobre la importancia de la organización comunal, la defensa del territorio y la participación política de las mujeres.
Con Chicharras, Luna Marán continúa posicionándose como una de las voces más relevantes del cine indígena en México, y su estreno en el FICM 2024 promete ser un evento clave para quienes buscan historias profundas y auténticas sobre las comunidades rurales de nuestro país.
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