La actriz deja un enorme legado en varias ramas de la industria, y una reflexión sobre los efectos de Hollywood.
Luego de una larga lucha contra complicaciones derivadas de su diabetes, Shelley Duvall ha muerto. La actriz, que protagonizó numerosas películas dirigidas por Robert Altman, y formó parte de un clásico como El resplandor, deja una importante lección sobre lo que verdaderamente es ser una estrella.
Dan Gilroy, su pareja desde 1989, contó a The Hollywood Reporter que su deceso se dio en su hogar de Blanco, Texas, la madrugada de este jueves.
“Mi querida, dulce y maravillosa compañera de vida, y amiga, nos dejó. Enfrentó demasiado sufrimiento últimamente, pero ahora es libre. Vuela lejos, hermosa Shelley”.
Durante los años más importantes de su carrera, Shelley Duvall sobresalió no sólo por ser actriz, sino también por diversificarse en la industria. Inició su propia compañía productora, Think Entertainment, la cual dio pie a numerosos programas infantiles, que incluso consiguieron nominaciones a los Emmy.
Su talento fue descubierto por el a mencionado Robert Altman, quien pronto le hizo pruebas de cámara. Así debutó en 1979 dentro de la película Volar es para los pájaros. Trabajo junto a Robin Williams, con quien protagonizó Popeye, y también en producciones como Los delincuentes, Nashville y 3 mujeres.
“Me ofrece papeles increíblemente buenos. Ninguno se parece entre sí. Tiene gran confianza en mí, y respeto también. No pone restricciones ni me intimida, simplemente lo quiero”, dijo a The New York Times sobre sus colaboraciones con Altman.
Fue en la década de los 80 cuando su fama daría un salto aún más grande, todo gracias a El resplandor. La adaptación de la novela escrita por Stephen King fue todo un suceso, y hasta hoy se le considera una de las mejores películas de terror de todos los tiempos. Ahí dio vida a Wendy, la esposa de Jack Torrance, y quien vive un verdadero infierno a manos del hombre que ama. La filmación duró 13 meses, y resultó excesiva para ella, especialmente por el desgaste emocional.
“Lloraba doce horas al día durante varias semanas. Nunca daré eso mismo otra vez. Si quieres adentrarte en el dolor y llamarlo arte, adelante, pero no cuenten conmigo”, dijo a la revista People.
Para prepararse ante tanto llanto, escuchaba canciones tristes, o pensaba en cuánto extrañaba a su familia y amigos más cercanos. Afirmó que su cuerpo se “rebelaba” y, en ocasiones, simplemente no quería llorar. Se levantaba pensando en todo lo que le esperaba, y terminó por sentirse incómoda con la cinta. Su icónica escena con el bat de béisbol se repitió 127 veces.
Años después de semejante éxito, y de otras películas que la cimentaron como una actriz de gran rango, Shelley Duvall desapareció de la industria. Se dedicó a su hogar en Texas, donde vivió junto a Dan Gilroy y vio pasar las últimas décadas de su vida. Regresó a actuar hace un par de años en una película indie de terror, pero no hizo gran alarde de ello. People la buscó para hablar sobre su carrera, y esto reveló al respecto:
“No me sentía hermosa. Tenía ojos y orejas grandes. Sólo me ponía los vestuarios y sabía exactamente cómo interpretar a mis personajes. No te pagan mucho, en realidad. En Hollywood pensaban que simplemente te casabas y tu esposo te mantenía. Pero eso no le pasa a todos”.
Aunque nunca habló abiertamente del tema, se rumoró que dicho retiro se debió a temas de salud. Se supo que El resplandor la dejó con ataques de ansiedad, e incluso alopecia, esto último por el estrés que debía representar. Rupturas amorosas, la presión de la industria, e incluso un terremoto en 1994, que destruyó su hogar, terminaron por mermar su estado emocional. En más de una entrevista reveló que se retiró de la industria por lo desgastante que era.
Shelley Duvall simplemente quería vivir tranquila. Y si algo nos dicen las palabras de su gran compañero de vida, es que, tras sus complicaciones médicas, por fin lo ha logrado.
Descanse en paz.
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