Una película que te dejará impactado por su brutalidad y el horror que inspiran los seres humanos.
Durante siglos, terribles tragedias dieron pie a un mensaje que no puede olvidarse. ¡Conoce la historia real que inspiró El baño del diablo!
Directo desde Austria y Alemia llega a las salas de Cinépolis El baño del diablo. Dirigida por Veronika Franz y Severin Fiala (responsables de Dulces sueños, mamá), esta mezcla de drama y horror nos traslada directamente al siglo XVIII, donde Agnes, una joven recién casada, no se siente cómoda en el mundo donde se desenvuelve su esposo. La película, estrenada en el Festival de Cine de Berlín, y seleccionada por Alemania para competir por el Oscar, se basa en un popular libro (Suicide by Proxy in Early Modern Germany: Crime, Sin and Salvation), pero también en un par de juicios que marcaron la época.
El baño del diablo se sitúa en Austria, dentro de un territorio rodeado de bosques. En lo alto de una colina, una mujer ha sido ejecutada y expuesta a la vista de todos tras arrebatarle la vida a un bebé. ¿Su cuerpo exhibido es una prueba? ¿Una advertencia? ¿Una profecía de las cosas horrendas que están por venir? En medio de todo está la ya mencionada Agnes, cuya cabeza y corazón empiezan a provocarle malos pensamientos. O incluso más que eso.
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Los acontecimientos reales ocurrieron en Europa Central de los siglos XVII y XVIII. Específicamente, se basa en casos documentados de mujeres que, enfrentando una profunda desesperación y depresión, cometían infanticidios como una forma de suicidio indirecto. Esta práctica tenía como base las creencia religiosa de la época, que condenaba quitarse la vida y lo veía como una condena eterna.
Franz y Severin Fialia, directores de la película, descubrieron los acontecimientos mientras escuchaban el episodio de un podcast. En este se contó que, durante el periodo mencionado, hubo una “epidemia” de mujeres capaces de todo con tal de quitarse la vida. El problema es que dicho acto se consideraba un pasaje directo al infierno, y por ello recurrían a deshacerse de niños para que las “autoridades” las sentencieran a morir.
Cuando las mujeres eran tomadas como prisioneras, tenían la oportunidad de confesarse con sacerdotes, quienes las absolverían de sus crímenes antes de las ejecuciones. Si bien, la “pena de muerte” se mantenía, al menos ellas creían que sus almas habían sido liberadas. Por primera vez alguien les prestaba atención y escuchaba.
Kathy Stuart, autora del libro en que se basa El baño del diablo, investigó y encontró alrededor de 400 casos ocurridos entre 1580 y 1839. En Viena, por ejemplo, hubo 95 casos de este tipo entre 1668 y 1873. Los realizadores pensaron en adaptar estos relatos como un largometraje de horror, pero no tomaron como base las posesiones, encantamientos o tropos similares. Se inspiraron en el miedo que vivían las mujeres de aquellos tiempos, y en el completo desconocimiento de la salud mental.
Siglos atrás, las autoridades notaron que los infanticidios estaban relacionados con mujeres que manifestaban deseos de morir. Entonces cambiaron las leyes como un intento de frenar la situación: propusieron castigos más severos, homicidios dolorosos, e incluso se pensó en quitar la pena de muerte. Nada funcionó. Los casos, todos relacionados con la depresión y una profunda falta de apoyo, continuaron hasta el siglo XIX.
Para ser más específicos, Agnes, la protagonista de El baño del diablo, se inspira en la historia real de Eva Lizlfellnerin. Tenía 26 años en 1761, y tras sólo días de conocer a un hombre, se casó con él. Terminó viviendo en su granja, con una suegra controladora que trataba mal a los trabajadores de su territorio, e infundió un terrible miedo en ella.
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La salud mental de la mujer entró en decadencia, y a pesar de que pidió ayuda, nadie le hizo caso. De hecho, le recomendaron que rezara y trabajara para olvidarse de aquello que la atormentaba. Eva quiso terminar con su sufrimiento, pero consciente de que hacerlo representaba un pecado imperdonable, pensó en ingerir veneno. Eso tampoco resultó como esperaba, así que decidió tomar como víctima a un niño. El primero de ellos escapó, y para no errar una vez más, decidió tomar a un bebé. Este último terminó arrastrado por la corriente de un río. Los juicios contra Eva, y la resolución a estos, se convirtieron en la salida que ella tenía en mente.
“Nunca querrías hacer una película solo sobre el pasado. Creemos que también debe contar algo sobre nuestra vida cotidiana actual. Y esta mujer en la que se basa la película era perfeccionista, simplemente no podía cumplir con todo lo que la sociedad le exigía. Siempre pensó que no era lo suficientemente buena y que, en cierto modo, era la culpable. El tema de la depresión fue muy importante para nosotros desde el principio, ya que queríamos retratar correctamente este tipo de enfermedad mental”, reveló Fiala a Entertainment Weekly.
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